Algunas personas desbloquean su teléfono con el rostro. Y ese breve gesto que repiten sin pensar varias veces al día, tal vez les brinda la tranquilidad de que sus datos están seguros.
Aunque la tecnología de reconocimiento facial ha mejorado tanto que un celular ahora puede validar nuestra identidad y un algoritmo puede hallarnos incluso en imágenes que preferimos olvidar, los humanos tal vez no hemos avanzado en la misma dirección.
Para muestra, un botón: hace poco circularon en internet algunos videos donde conductores de una cadena de noticias llamada Wolf News daban cuenta de la actualidad. Solo que Wolf News no existe. Y, a pesar de que aparecían a cuadro leyendo un guion, el hombre y la mujer tampoco eran de verdad. Fueron creados por un servicio de inteligencia artificial (IA) al que se puede acceder por un precio muy bajo.
Para identificar el engaño, había que examinar más de cerca los rostros, prestar atención a ese pelo tan raro y escuchar bien las voces monótonas que no sincronizaban del todo con el movimiento de los labios.
El uso de la tecnología para generar personajes ficticios ultrarrealistas con fines, por ejemplo, de capacitación o mercadotecnia, no es nada nuevo. Sin embargo, Graphika, una firma que rastrea la desinformación, reporta que por primera vez identificó el uso de deepfakes en una campaña en internet alineada con los intereses de un país. Aquí puedes leer la nota completa.
Pero si por pereza, inocencia o indiferencia no miramos con suspicacia esos rostros robóticos que podrían ser fuente de desinformación, ¿por qué algunos estamos tan dispuestos a examinar con un microscopio la cara de algunas personas de carne y hueso?
Hace poco Madonna apareció con una faz renovada en el espectáculo de los Premios Grammy. Los tabloides y las redes sociales especularon sobre posibles cirugías y lamentaron la presión de los cánones de belleza en las mujeres. Pero la novelista Jennifer Weiner, en un ensayo de Opinión, ofreció un punto de vista alternativo:
Me gustaría pensar que el más grande camaleón de nuestra era, una mujer que siempre ha tenido la intención de reinventarse, estaba haciendo algo más astuto, más subversivo, ofreciéndonos tanto un nuevo rostro —aunque no necesariamente mejorado— como una crítica sobre el trabajo de la belleza, la inevitabilidad del envejecimiento y el dilema imposible en el que se encuentran las celebridades femeninas de mayor edad.
Posdata tecnológica: El jueves muchos usuarios de Twitter reportaron que no podían publicar tuits ni revisar sus mensajes en la aplicación. La empresa ha sufrido cambios considerables desde octubre, cuando Elon Musk tomó las riendas como propietario. En ese entonces, Musk prometió limpiar la plataforma de las imágenes de abuso de menores. Un análisis del Times descubrió que este contenido aún abunda ahí y que el proceso para retirarlo sufre demoras.
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A continuación, un par de opiniones que rescatamos de la sección de Comentarios, editadas por espacio:
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“Gabriela Mistral ha sido vista como una representante de otra época, más bien oscura y muy alejada de la actual, no solo en Chile sino en México, donde es bastante conocida. Jamás se me habría ocurrido que ella y su obra pudieran ser revaloradas a la luz de feminismo, el compromiso social y el movimiento LGBT. Habrá que leer o releer sus obras”. — Luis Carlos Gutierrez-Negrin, México.
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“La cocina, a pesar de todo el glamour que ha ganado gracias al perfeccionismo de los chefs, en el fondo no ha dejado de subestimar la labor que hay detrás. Es muy triste que su avance no sea reflejo de un avance en las condiciones de quienes la preparan”. — Sandra Oróstegui, Barichara, Colombia.
—Patricia Nieto y Sabrina Duque producen y editan este boletín.
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