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Rusia continúa con sus afirmaciones, sin pruebas, sobre las supuestas armas biológicas secretas de EE. UU.

Estados Unidos fabricó armas biológicas en secreto en Ucrania. Entrenó aves para llevar virus a Rusia. Creó la COVID-19. Operó laboratorios en Nigeria que diseñaron el brote de la viruela del mono de este año.

De todas las mentiras que ha difundido el Kremlin desde que comenzó la guerra en Ucrania hace más de seis meses, algunas de las más descabelladas, pero que a pesar de todo perduran han sido las que acusan a Estados Unidos de operar programas clandestinos de investigación biológica para sembrar el caos en todo el mundo.

Estados Unidos y otros países han desestimado las acusaciones tachándolas de ridículas y Rusia no ha presentado ninguna prueba. Sin embargo, esas afirmaciones siguen circulando. Gracias al respaldo ocasional de diplomáticos y medios del Estado chino, las aseveraciones han fluctuado en noticias internacionales, lo cual ha alimentado teorías de la conspiración que persisten en línea.

En Ginebra, Rusia comenzó un foro internacional para volver a emitir sus aseveraciones no corroboradas. La Convención sobre las Armas Biológicas, el tratado internacional que desde 1975 prohíbe el desarrollo y uso de armas de toxinas biológicas o virus, les da autoridad a sus naciones miembro de solicitar una audiencia formal para reportar violaciones y Rusia ha invocado la primera en un cuarto de siglo.

“Esta es la caja de Pandora militar y biológica que Estados Unidos ha abierto y llenado más de una vez”, dijo el mes pasado Irina Yarovaya, vicepresidenta de la cámara baja del parlamento ruso, la Duma estatal. Yarovaya lidera un comité parlamentario que fue constituido para “investigar” el apoyo estadounidense a laboratorios de investigación biológica en Ucrania y otras partes.

Casi ninguna autoridad ni ningún experto de Occidente esperaba que durante la reunión, que se extiende por una semana, Rusia produzca datos que corroboren las acusaciones. Si el pasado sirve de indicador, esto no evitará que Rusia los fabrique. Según los expertos, es probable que Rusia utilice la simple existencia de la sesión de investigación, buena parte de la cual se llevará a cabo a puerta cerrada, para darles un barniz de legitimidad a sus acusaciones.

La campaña de propaganda rusa ha buscado justificar la invasión que ordenó el presidente Vladimir Putin, quien en abril citó una “red de laboratorios de Occidente especializados en armas biológicas” como una de las amenazas que forzaron a Rusia a actuar. No obstante, de forma más generalizada, la avalancha de acusaciones ha buscado desacreditar a Estados Unidos y sus aliados: los defensores más poderosos de Ucrania y el origen de las armas que son utilizadas cada vez con mayor frecuencia para combatir las fuerzas rusas.

Aunque no tienen un respaldo fáctico, las acusaciones han servido para apoyar actitudes que ya existían hacia el dominio estadounidense en las relaciones exteriores. La consecuencia ha sido la diseminación de divisiones y dudas, no necesariamente para crear apoyo hacia la invasión de Rusia, sino para desviar parte de la culpa hacia Estados Unidos y la OTAN.

La notoriedad de las acusaciones de Rusia sobre una producción secreta de armas también podría erosionar la confianza en una genuina investigación biológica, de la misma forma que ha ocurrido con los orígenes de la COVID-19.

“El mensaje siempre es sobre estos laboratorios y eso erosionará la confianza en la infraestructura y el trabajo que se está haciendo”, opinó Filippa Lentzos, experta en amenazas biológicas y seguridad del King’s College de Londres. “Y socavará de manera significativa los esfuerzos de bioseguridad a nivel mundial, así que sí hay consecuencias”.

En abril, Rusia agregó el brote de la viruela del mono a su lista de transgresiones estadounidenses. El general Igor Kirillov, el director de la fuerza de defensa biológica, química y radiológica de Rusia, insinuó que Estados Unidos había iniciado el último brote porque respaldaba cuatro laboratorios de investigación en Nigeria, donde se comenzó a propagar la epidemia.

En los meses posteriores a los comentarios del general, se publicaron casi 4000 artículos en los medios rusos, muchos de los cuales fueron compartidos en Twitter, Facebook y otras plataformas de redes sociales, según una investigación que realizó Zignal Labs para The New York Times.

Como evidencia para una conspiración, algunos de los artículos rusos destacaron una simulación de 2021 en la Conferencia de Seguridad de Múnich, una reunión anual de funcionarios y expertos en defensa de todo el mundo. La simulación, que buscaba probar la capacidad de los países para contener una nueva pandemia, planteaba un brote hipotético de la viruela del mono que comenzaba en un país ficticio llamado Brinia y provocaba la muerte de 270 millones de personas.

Los informes rusos circularon tan ampliamente que el grupo de defensa que diseñó el ejercicio, la Iniciativa de Amenazas Nucleares, emitió un comunicado en mayo tratando de eliminar cualquier idea errónea.

“No tenemos motivos para creer que el brote actual involucre un patógeno diseñado, ya que no hemos visto ninguna evidencia convincente que respalde tal hipótesis”, escribió la organización, con sede en Washington. “Tampoco creemos que el brote actual tenga el potencial de propagarse tan rápido como el patógeno ficticio diseñado en nuestro escenario o causar una tasa de letalidad tan alta”.

Las acusaciones de Rusia han aparecido en las noticias de muchos países, en especial en África y el Medio Oriente, regiones que se han convertido en campos de batalla diplomática entre Estados Unidos, Rusia y China.

Los medios del Estado chino suelen amplificar las aseveraciones rusas sobre la guerra con Ucrania y sobre la investigación relacionada con las armas biológicas secretas, como parte de su propia batalla de información contra Estados Unidos que comenzó con el debate en torno a la propagación de la COVID-19.

El internet de China, que está muy censurado y acalla con agresividad las opiniones políticas indeseables, también ha circulado sin reservas teorías de la conspiración sobre un posible involucramiento estadounidense en la propagación de la viruela del mono, informó Bloomberg.

Los esfuerzos de Rusia por difundir las aseveraciones sobre las armas biológicas provienen de un antiguo manual propagandístico ruso, adaptado a la era de las redes sociales.

Investigadores de RAND Corp. dijeron que la estrategia rusa era una “manguera de falsedades” que inundaba al público con una inmensa cantidad de afirmaciones diseñadas tanto para desviar la atención y causar confusión y desconfianza como para ofrecer un punto de vista alternativo.

La estrategia tiene raíces que se remontan a la Guerra Fría.

En 1983, la KGB plantó una carta anónima en un periódico indio alegando que Estados Unidos fabricó el virus que causa el SIDA en un experimento en Fort Detrick, Maryland, según documentos del Archivo Digital del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson.

La afirmación falsa se difundió ampliamente en los años siguientes, incluso fue mencionada en el programa CBS Evening News With Dan Rather. La campaña terminó en 1987, cuando la administración Reagan advirtió al último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, quien falleció el martes, que afectaría las relaciones recién renovadas con Occidente.

El modelo de propaganda rusa actual se ha adaptado para aprovechar “la tecnología y los medios disponibles de formas que habrían sido inconcebibles durante la Guerra Fría”, según afirma el estudio de RAND.

A pesar de “su voluntad desvergonzada para difundir verdades parciales o ficciones absolutas” y la falta de coherencia, la estrategia puede ser persuasiva para algunos, especialmente para quienes tienen prejuicios preconcebidos, dijo uno de los autores, Christopher Paul, en una entrevista.

“Todavía hay personas que creen que la CIA causó el SIDA en África, a pesar de que esa idea ha sido completamente desacreditada”, dijo Paul. “No son muchas, pero todavía existen”.

Como sucede con muchas campañas de desinformación, en ocasiones las acusaciones de Rusia tienen una relación pasajera con los hechos.

Incluso antes de la guerra en Ucrania, Rusia dio la voz de alarma sobre los esfuerzos de EE. UU. para establecer lazos más estrechos de defensa e investigación con varios de los vecinos de Rusia, incluidas otras antiguas repúblicas de la Unión Soviética.

Estados Unidos ha invertido millones de dólares de asistencia en esos países con el Programa de Reducción de Amenazas Biológicas. La iniciativa originalmente estaba destinada a desmantelar los restos de armas nucleares, químicas y biológicas de la era soviética después de la Guerra Fría, incluso en Ucrania. Se ha ampliado para centrarse en el apoyo a los laboratorios de investigación biológica que son cruciales para monitorear y prevenir la propagación de enfermedades.

Rusia hizo afirmaciones sin fundamento sobre un laboratorio financiado por Estados Unidos en la antigua república soviética de Georgia, que Rusia invadió en 2008.

El Departamento de Estado, en respuesta a las preguntas, dijo que las acusaciones de Rusia tenían la intención de justificar y distraer la atención de su invasión de Ucrania.

Desde que comenzó la guerra, Rusia ya ha elevado sus acusaciones ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Izumi Nakamitsu, el subsecretario general de la ONU y alto representante para asuntos de desarme, dijo dos veces que no había evidencia de ningún programa de armas biológicas en Ucrania.

Aunque los funcionarios rusos prometieron repetidamente proporcionar pruebas de la investigación de armas secretas en Ucrania, aún no lo han hecho.

El lunes, Rusia realizó una presentación frente a representantes de las 184 naciones que han firmado la Convención sobre las Armas Biológicas. Estados Unidos, Ucrania, y otros países podrán responder más adelante en la semana. Como el tratado no tiene ninguna cláusula de verificación ni cumplimiento, no habrá ningún fallo oficial sobre las aseveraciones rusas, pero el viernes las naciones pueden manifestar sus posturas.

Lentzos, del King’s College de Londres, comentó que, debido al formato —y la geopolítica—, muchos países podrían no estar dispuestos a contradecir en público a Rusia o a su principal partidario, China.

La única vez que una nación miembro de la Convención de Armas Biológicas convocó una sesión especial fue en 1997, cuando Cuba acusó a Estados Unidos de rociar una nube de insectos sobre los cultivos del país, causando una infestación devastadora.

Los procedimientos no fueron públicos, pero varias naciones presentaron observaciones escritas sobre los reclamos de Cuba y la refutación de Estados Unidos. Solo Corea del Norte apoyó el reclamo de Cuba. Ocho países (Australia, Canadá, Dinamarca, Alemania, Hungría, Japón, los Países Bajos y Nueva Zelanda) concluyeron que no había relación. China y Vietnam dijeron que era imposible determinarlo. (Rusia no envió ninguna respuesta).

“Hay una gran mayoría silenciosa que tan solo busca ser espectadora”, opinó Lentzos. “En realidad no quieren tomar partido porque podría perjudicar sus intereses con ambas partes. Así que la gran pregunta no es si lo creen o no, sino hasta qué punto están motivados para actuar y alzar la voz”.

Steven Lee Myers cubre desinformación para el Times. Ha trabajado en Washington, Moscú, Bagdad y Pekín, donde contribuyó a los artículos que ganaron el Premio Pulitzer al servicio público en 2021. También es el autor de The New Tsar: The Rise and Reign of Vladimir Putin. @stevenleemyers • Facebook


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