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Rusia y Ucrania deben negociar

La Guerra Fría original se dio cuando Occidente era sano en lo político, gozaba de una amplia prosperidad compartida y estaba anclado en el centrismo ideológico. Hoy, las sociedades democráticas en ambos lados del Atlántico enfrentan polarización política, presión económica y extremismo ideológico. A pesar del regreso de la rivalidad militar con Rusia y la mayor competencia con China, Estados Unidos y sus aliados democráticos en Europa siguen amenazados por el populismo antiliberal y por ciudadanos enfadados y divididos.

Las dislocaciones económicas ocasionadas por la guerra están intensificando las amenazas internas a la democracia occidental y tensionan la solidaridad del apoyo a Ucrania. La inflación creciente y las recesiones que se avecinan tienen el potencial de producir efectos políticos tóxicos.

Con el trasfondo del aumento de los precios, los republicanos parecen dispuestos a hacerse con el control de la Cámara de Representantes en las elecciones de medio mandato. Es probable que las filas de una nueva mayoría republicana en el Congreso incluyan un creciente número de representantes procedentes del ala republicana del “Estados Unidos primero”. Puede que las posturas sobre la guerra de Ucrania de J. D. Vance, el candidato republicano de Ohio al Senado, sean emblemáticas de lo que viene. “En realidad no me importa lo que ocurra en Ucrania”, dijo Vance en una entrevista en febrero. Aunque después retiró lo dicho e insistió en que “queremos que los ucranianos tengan éxito”. Vance no es el único que repara en el costo del apoyo a Kiev; Kevin McCarthy, el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, dijo hace poco que no puede haber un “cheque en blanco” para Ucrania si los republicanos ganan el control de la Cámara.

Los europeos se dirigen al invierno con aumentos importantes en los precios de la energía y una posible escasez de gas. Una coalición de extrema derecha que incluye voces a favor de Rusia acaba de llegar al poder en Italia después de contender con una campaña centrada en los costos de los energéticos y la inflación. En Alemania y Francia, por ahora se mantiene el centro político. Pero se han abierto fisuras en el gobierno alemán por el suministro de armas pesadas a Ucrania, los fabricantes alemanes se enfrentan a facturas energéticas insostenibles y Francia se ve sacudida por huelgas laborales y protestas masivas por el aumento del costo de la vida. Este es terreno fértil tanto para el populismo iliberal como para la escisión del consenso trasatlántico sobre hacer frente a la agresión rusa en Ucrania.

Más pronto que tarde, Occidente tiene que hacer que Ucrania y Rusia pasen del campo de batalla a la mesa de negociaciones, para mediar un esfuerzo diplomático que ponga fin a la guerra y llegue a un acuerdo territorial. Un posible acuerdo entre Rusia y Ucrania tendría dos componentes principales. Primero, Ucrania tendría que desistir de su intención de ingresar a la OTAN, un objetivo que durante años ha provocado una fuerte oposición rusa. Rusia tiene preocupaciones legítimas de seguridad con respecto a que la OTAN se instale al otro lado de su frontera de 1600 kilómetros con Ucrania. La OTAN puede ser una alianza defensiva, pero aporta un poder militar agregado que Moscú, de manera comprensible, no quiere cerca de su territorio.

Ucrania continuaría recibiendo armas y apoyo económico de Occidente y trabajando para ingresar a la Unión Europea, pero adoptaría formalmente el estatus de neutralidad que adoptó tras separarse de la Unión Soviética en 1991. A principios de la guerra, el propio Zelenski sugirió que la neutralidad ucraniana podría ser parte de un acuerdo de paz con Rusia.

En segundo lugar, la parte más difícil, Moscú y Kiev tendrían que llegar a un acuerdo territorial. Un punto de partida razonable para las negociaciones sería aspirar a una retirada rusa a la “línea de contacto” que existía antes de que comenzara la invasión rusa en febrero. La diplomacia podría entonces centrarse en la disposición final de Crimea y la parte del Dombás que Rusia ocupó en 2014. Ambas partes tendrían que hacer concesiones: Moscú, abandonar su intención anunciada en fechas recientes de anexar una porción importante del este de Ucrania, y Kiev, conformarse con un resultado que podría suponer menos que recuperar todo su territorio.

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