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Tina Turner, una de las maravillas del mundo

Como era una vocalista profesional, Turner dominaba sus escalas, pero estoy seguro de que las escalas también la dominaban a ella: la de richter, la de celsius, la de los decibelios, la Fujita-Pearson (que se usa para medir un “tornado”). Si hablamos de su interpretación de la reina del ácido en Tommy, entonces la escala debe ser la de pH. Esa energía suya construyó un ala del rock n’ roll en la que puedes escuchar un cuerpo. Otros intérpretes (tremendos, fundacionales, divinos) cantaban: Ma Rainey, Big Mama Thornton, Big Maybelle, Baker, Mahalia Jackson, Sister Rosetta Tharpe. Pero Tina creció rodeada de pentecostales. Ella podía gritar. Loder señala astutamente que Turner emergió en la escena en 1960, cerca de los albores del sonido amplificado. Fueron hechos el uno para el otro.

Su primer éxito, con Ike Turner (el hombre que la llamó Tina en honor a las protagonistas blancas de las historietas sabatinas de reinas selváticas, el hombre con el que estuvo una década y media, el hombre que durante años la menospreció y la golpeó) se llamó “A Fool in Love”. La canción recurre a un sistema de llamada y respuesta. Los coristas cantan el estribillo y Tina responde así: “¡Yay-ay-hey-hey-heeyyy!”. La magnitud de su lamento y la amplitud de su negrura femenina te dejan helado. Te paralizan de euforia. Ajá: Esa energía.

Y mira que tenía… otros… registros. Gruñía, jadeaba, gemía, chillaba, aullaba. Todo el mundo sabe que era guapa, pero a media canción, la belleza convencional era descartada. Los cantantes negros saben a qué me refiero: estás practicando el arte de esa expresión stank de gozo sucio y abrumador. En ocasiones, para proyectar ese arte, tienes que ser arte y el rostro de Turner a media canción era arte en su estilo más llamativo, ornamentado y original: era cubismo. Podía ser cruda como una herida en la piel y etérea como un grupo coral. Por ejemplo, en 1966, Tina se entregó a Phil Spector y terminó grabando “River Deep – Mountain High”, una de las creaciones de estudio más imponentes de cualquier gran cantante. Turner adoptó el título al pie de la letra. Es Sísifo. Después de cada estribillo, hace rodar su enorme roca del amor e incluso la hace cruzar el puente. Hay tensión entre su naturaleza y la de Spector; la fuerza sónica de ella y el muro de sonido sinfónico y percusivo de él. Spector colocó una servilleta en el regazo de ella y ella la usó para secarse la frente. (Ike odiaba esa canción).

Turner podía bajar tanto la voz, y darle un toque tan sudoroso y sensual que se saltaba lo sugerente. Era justo lo que parecía: un dolor satisfactorio. Podía sonar preparada para, digamos, cualquier placer que le esperara hacia el final de la versión de “Let Me Touch Your Mind” que aparece en Live! The World of Ike & Tina, de 1973. Sobre el escenario, ella y Ike transformaron la balada triste de Otis Redding “I’ve Been Loving You Too Long” en un psicodrama explícito para adultos en el que Tina tuvo que esforzarse por disfrutar ser parte de él. Tuvo que encontrar la manera de hacerlo convincente.

Luego de que su divorcio se hizo oficial en 1978, Tina salió a la carretera a empujar más rocas. En 1982, la roca se detuvo en Onoway, Alberta. Mi amigo James es de Edmonton, y la muerte de Turner el miércoles desató un recuerdo de su infancia de cuando sus padres fueron a Onoway para verla cantar en Devil’s Lake Corral. Me envió un video. Es una hazaña alucinante de acrobacias, precisión, adrenalina, intención y vestuario. En otras palabras, lo habitual. Turner está empapada antes de llegar a la mitad de la presentación. Pero la razón para mencionar este espectáculo es cómo comienza.

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