¿Podría haber un personaje televisivo más insoportablemente torpe que Tom Wambsgans en Succession? Interpretado con una sutil alegría cómica por el actor británico Matthew Macfadyen, Tom logra existir de manera simultánea en todas las tramas de poder de la serie: a veces intimida, en ocasiones abusa o parece indefenso.
Durante la mayor parte de las tres temporadas, Tom ha logrado estar muy cerca de las maquinaciones de Waystar Royco, la empresa dirigida por su imperioso suegro, Logan Roy (Brian Cox), mientras su esposa, Shiv (Sarah Snook), lo trata con un desprecio casual.
Así que fue impactante cuando, al final de la tercera temporada, Tom se recompuso para orquestar un impresionante juego de poder, formando equipo con Logan para enfrentar a Shiv y dos de sus hermanos en una batalla épica sobre el futuro de Waystar.
No es que esto garantice que Tom termine en la cima en la cuarta y última temporada de Succession, que comienza el domingo en HBO. (Sea lo que sea que signifique estar “en la cima” cuando el camino hacia arriba es tan pedregoso y arriesgado como este).
“Es posible que Tom esté en el bando de Logan, pero no es un bando fácil”, comentó Macfadyen durante una tarde de febrero, mientras tomaba bitters and soda en el bar Bemelmans del hotel Carlyle. “Aún no se siente muy seguro y sigue preocupado por su relación con Shiv. Y todos los demás siguen maniobrando y compitiendo”.
Aunque Macfadyen adopta una incomodidad casi operística en Succession, en realidad es todo lo contrario: relajado, despreocupado y afable, con voz profunda y segura, sin ninguno de los tics nerviosos de su personaje, ni sus frenéticos intentos por leer su destino en los ojos de los demás. Mientras Tom siempre se ve acosado por demonios internos y una inseguridad paralizante, Macfadyen se muestra extraordinariamente bien adaptado, alguien que está feliz de hacer su trabajo y no se pone muy nervioso por eso. Utiliza mucho la palabra “encantador”.
Macfadyen, conocido desde hace tiempo por los espectadores británicos, había pasado casi desapercibido en este lado del Atlántico antes de Succession. Si los estadounidenses lo conocían, era por su papel de otro Tom: Tom Quinn, un espía arrogante y vulnerable en las dos primeras temporadas de la serie británica Spooks, doble identidad (conocida en Estados Unidos como MI-5), a partir de 2002. O es posible que lo hayan visto interpretando a un melancólico y torturado Darcy en Orgullo y prejuicio (2005), de Joe Wright, o un detective victoriano en Ripper Street, una serie de la BBC.
Pero lo que conquistó a Jesse Armstrong, el creador de Succession, fue un papel distinto: el rol de Macfadyen como el borracho presumido sir Felix Carbury en El mundo en que vivimos (2001), una miniserie británica basada en la novela de Anthony Trollope.
“Es muy conocido en el Reino Unido por su capacidad para interpretar todo tipo de papeles, aunque la mayoría de la gente no lo conoce necesariamente como actor cómico”, aseguró Armstrong.
Aunque Tom comenzó Succession, en gran medida, al margen “sabía que este papel sería significativo e importante”, aclaró Armstrong. A medida que avanzaba la serie, los guionistas aprovecharon las habilidades cómicas de Macfadyen y su capacidad para mostrar la conmovedora vulnerabilidad de Tom en los momentos más silenciosos.
“En una serie que trata sobre el poder y sus manifestaciones, Matthew es muy bueno interpretando a un personaje que es el epicentro de varias relaciones de poder”, explicó Armstrong. “Es bueno mostrando la voluntad de Tom de moldear y ajustar su personalidad para encajar en la estructura de poder”. (Como Macfadyen explicó hace poco en The Tonight Show, una forma de hacerlo es subiendo y bajando el tono de la voz de Tom, dependiendo de quién más está en la escena).
Macfadyen, de 48 años, nació en Inglaterra pero creció en el extranjero, incluso durante varios años en Yakarta, Indonesia, donde vivió debido al trabajo de su padre en la industria petrolera. Al regresar a su patria estudió en un internado, no fue a la universidad y se matriculó en la Real Academia de Arte Dramático. Tras graduarse, realizó giras internacionales con el grupo teatral Cheek by Jowl, actuando en obras como La duquesa de Malfi y Sueño de una noche de verano.
En 1998, el papel de Hareton Earnshaw en la adaptación televisiva británica de Cumbres borrascosas fue su primer gran éxito. Luego hizo Warriors, una película de la BBC en dos partes, en la que interpretaba a un pacificador de la ONU en Bosnia. Desde entonces no ha dejado de trabajar. “Simplemente tomas impulso”, afirma.
Macfadyen tiene una tendencia, común en los actores ingleses, a restarle importancia a su trabajo como si todo fluyera sin esfuerzo. También siente predilección por los papeles secundarios.
“Creo que a veces puedes caer en la rutina cuando interpretas papeles protagónicos”, afirmó. “Es mucho más divertido ser el malo o el payaso”.
Succession está llena de grandes nombres y personajes memorables, entre ellos los tres chicos Roy: Kendall (Jeremy Strong), Roman (Kieran Culkin) y Connor (Alan Ruck), cada uno espantoso y dañado a su manera. Sin embargo, Tom Wambsgans, voluble pero sensible, diabólico y casi siempre desventurado, destacó desde el principio.
Está la cuestión de su extraño apellido, con su incómoda B erizada agresivamente en una cadena de consonantes, desafiando la pronunciación casual. Está su condición de saco de boxeo de los Roy, un hombre cuya esposa anunció en su noche de bodas que quería un matrimonio abierto y cuyo suegro le otorga poder, pero lo utiliza como chivo expiatorio y le encarga los asuntos ilícitos. Está su enloquecida relación con el primo Greg (Nicholas Braun), un jugueteo sadomasoquista que Armstrong describe como un “juego de poder homoerótico”.
Aunque Tom no es tonto, su torpeza es tan fácil de confundir con estupidez que, a veces, hasta el mismo Macfadyen siente dudas. “Jesse nos tiene que recordar a Nick y a mí: ‘Está dirigiendo una división multimillonaria de esta compañía; no es un completo idiota’”, dijo.
A lo largo de cuatro temporadas de rodaje en Nueva York, el reparto de Succession se hizo muy cercano, y no era raro verlos cenando por la ciudad en diversas configuraciones en lo que Macfadyen llamaba “el club de cenas de Succession”. A menudo cenaba con Snook, su esposa en la ficción, y otros miembros del reparto.
“No sé cómo ha logrado darle simpatia a un personaje tan servil, pero lo ha conseguido”, dijo Snook. “Es uno de esos actores que tiene tanto amor, empatía, compasión y curiosidad por el mundo que puede convertir un personaje en lo que quiera”.
Macfadyen parece ser muy poco común: un actor sin gran ego. (O tal vez es tan buen actor que puede ocultar su egocentrismo). Entre otras cosas, dijo que nunca se ha sentido obligado a exigir más tiempo en pantalla o un mejor arco argumental para Tom.
“He visto actores que se ponen muy orgullosos de su ‘evolución’”, señaló. “Pero yo no siento que sea mi personaje: es de Jesse, y yo solo soy el conducto”.
Además, “no quieres encariñarte con un posible argumento, porque pueden cambiar de opinión”.
Braun relató que Macfadyen tiene un genuino desinterés, una cualidad útil en una serie en la que numerosos actores a menudo intervienen en una misma escena. También alabó la asombrosa habilidad de Macfadyen para permanecer en el momento mientras actúa, y para hacerlo con una ausencia de vanidad.
“No gasta mucha energía extra antes de una escena”, comentó Braun. “No está rumiando ni tomándose mucho tiempo o ‘conservando la energía’ de Tom”.
(En este sentido, Macfadyen parecería lo opuesto a su coprotagonista Jeremy Strong, cuya intensidad y extrema inmersión en sus personajes han sido ampliamente reseñadas en The New Yorker y otros medios. Macfadyen se mostró reacio a hablar de este tema. “Creo que ya se ha hablado bastante de eso”, dijo).
Aunque Succession está cuidadosamente guionizada, se anima a los actores para que improvisen y a jugar con diálogos alternativos. Braun y Macfadyen, que han compartido algunas de las escenas más divertidas de la serie, eran famosos en el set por morirse de la risa. “El tipo es maltratador de una forma que no es muy exagerada”, dice Braun sobre Tom.
“Evidentemente, se divierten el uno al otro”, dijo Armstrong secamente.
Macfadyen está casado con la actriz británica Keeley Hawes, a la que conoció cuando ambos interpretaban a espías en MI-5. Tuvieron una aventura muy pública —ella tenía entonces esposo y un bebé—, pero se casaron en 2004, tras el divorcio de ella, y tuvieron dos hijos juntos. Macfadyen dijo que ahora todos son grandes amigos y copadres. “Fue un poco difícil en su momento, pero ahora todo va bien”, declaró.
Macfadyen extrañó a su familia durante el rodaje de Succession, y a menudo volaba a Inglaterra cuando tenía un descanso en la filmación. Pero se mostró nostálgico por el final de la serie.
“Fue un grupo de actores realmente encantador”, afirmó. “Es extraño el dolor que se siente al terminar un trabajo. Es horrible y desgarrador, pero al mismo tiempo siento un ligero alivio, una mezcla complicada de sentimientos”.
Macfadyen ha trabajado sin descanso en otros proyectos entre temporada y temporada. En la serie británica Stonehouse, que se estrenó en enero, interpretó al político conservador de los años setenta John Stonehouse. Era un papel jugoso: Stonehouse espió (mal) para Checoslovaquia, se involucró en negocios turbios, engañó a su esposa, fingió su propia muerte y apareció con un nombre falso en Australia.
La señora Stonehouse fue interpretada por Hawes, cuyo personaje pronto se da cuenta de que su esposo no es todo lo que parece. “Fue divertido tener la oportunidad de ver a Keeley trabajando”, dijo Macfadyen, “en especial sus miradas fulminantes”.
El próximo proyecto de Macfadyen, con Nicole Kidman, es Holland, Michigan, una película de suspenso producida por Amazon Studios sobre los secretos que acechan en una pequeña ciudad. No parece preocupado por lo que vendrá después. A diferencia de Tom Wambsgans, Macfadyen está contento con su lugar en el mundo.
“Todo el arte de ser actor consiste en imaginar cómo es ser otra persona con simpatía y empatía, no hacer que todo gire en torno a uno mismo”, explicó. “El trabajo es estupendo. Me gusta lo anticuado de ponerme un disfraz y sonar diferente, y hacer cosas que nunca se te ocurriría hacer en la vida real”.
Sarah Lyall es una escritora que trabaja para una variedad de secciones, incluidas Deportes, Cultura, Medios e Internacional. Antes fue corresponsal en la oficina de Londres y reportera de las secciones Cultura y Metro. @sarahlyall