Cuando, a principios de esta semana, el avión privado que trasladaba a Lionel Messi hacia un lucrativo compromiso de patrocinio en Arabia Saudita rodó por un pista de despegue francesa, su carrera en el Paris Saint-Germain ya había terminado.
La suspensión llegaría un día después. Y la separación oficial no ocurrirá hasta que su contrato expire en unas pocas semanas. La danza de la culpa puede extenderse durante meses.
Pero el miércoles ya no había duda sobre lo principal: Messi nunca volverá a jugar para el PSG, y tanto el jugador como el club están de acuerdo en eso.
El final no habrá sido una sorpresa para ninguna de las partes. Entre el jugador y el club siempre había existido una relación comercial, una que carece del peso emocional del tiempo que pasó Messi en el Barcelona. Y aunque se discutió sobre la renovación del contrato del delantero en las semanas y meses después de que Messi llevó a la selección argentina al título de la Copa Mundial en Catar, ninguna de las partes parecía comprometida a consumar un acuerdo.
Pero después de faltar a un entrenamiento el lunes, un día después de que los aficionados en París abuchearon a los líderes de la liga por una derrota en casa ante el Lorient, un equipo de media tabla que los hinchas esperaban ver aplastado por la descomunal plantilla del PSG, cualquier idea de una renovación se extinguió.
Después de una victoria, los lunes suelen ser un día libre para los jugadores del PSG. Sin embargo, cuando pierden, se espera que los jugadores entrenen.
Sin embargo, ya el lunes en la tarde, Messi y su familia estaban siendo fotografiados en Arabia Saudita cumpliendo con el contrato de varios años que el jugador firmó para promover a la autoridad turística del reino del golfo Pérsico. En París, los directivos del club estaban formulando su airada respuesta ante la ausencia no aprobada de su estrella.
Para el martes por la noche, se corrió la voz de que el PSG no cedería ante Messi. Oficialmente, el club no ha dicho mucho. Pero las sanciones impuestas al astro se filtraron rápidamente: había sido suspendido de participar en los entrenamientos y los juegos por dos semanas, tiempo durante el cual no recibirá un centavo de su salario gigantesco, que se estima en unos 800.000 dólares por semana. En privado, un directivo del club dijo que era poco probable que Messi volviera a lucir los colores del club.
Al igual que el PSG, Messi y sus representantes permanecieron en silencio a medida que la especulación sobre el desmoronamiento de su relación crecía tras bambalinas. Sin embargo, del lado de Messi se ha informado sobre su versión de la historia a una variedad de personalidades mediáticas. Según esos reportes emitidos esta semana, Messi tenía la impresión de que tenía el permiso del club para realizar su emprendimiento comercial. El jugador había decidido hace un mes, informó uno, que no se quedaría en París para una tercera temporada. Incluso había comunicado esa decisión al club, según los reportes.
Mientras tanto, el club estaba haciendo lo mismo. La preocupación inmediata, al parecer, no era reparar la relación, sino controlar la narrativa. Pero, al centrarse en los detalles, se ignoró lo obvio: el desenlace de esta semana representa el punto más bajo en la relación transaccional de Messi no solo con el PSG sino también con el Estado de Catar. Hace menos de dos años, el jugador había anunciado como un triunfo su traslado a París, una llegada sin sobresaltos después de que abandonó el Barcelona, entre lágrimas y obligado por los problemas de presupuesto del club. Desde entonces, el PSG ha hecho todo lo posible para asociarse con el genio de Messi.
El matrimonio por conveniencia no podría haber resultado mejor para el jugador, el club y el país. Messi firmó uno de los contratos más generosos del deporte. El PSG, que es propiedad de una empresa catarí, agregó otro nombre de clase mundial a su búsqueda, hasta ahora infructuosa, de un título de la Liga de Campeones. Mientras tanto, Catar incorporó a una figura destacada antes del evento más grande en la historia de esa nación: la Copa del Mundo de 2022. Además, Messi interpretó un papel protagónico en ese torneo que terminó cuando el emir de Catar arropó al jugador con una túnica tradicional, el bisht, para luego desfilar al campeón por las calles de Lusail como un trofeo.
Personas cercanas al PSG expresaron su sorpresa el miércoles con la caracterización de la salida de Messi y cómo fue presentada a su favor. Dijeron que, en realidad, el PSG había sido muy cuidadoso con la idea de una renovación de contrato porque se quiere implementar un plan para remodelar al club y alejarlo de su imagen como un equipo adicto a superestrellas como Messi, Neymar y Kylian Mbappé. La idea es convertirlo en una escuadra que dependa más del talento local. Los representantes de Messi incluso comunicaron la cantidad de dinero que el jugador aceptaría para quedarse en el club, una propuesta de aumento salarial que estaba mucho más allá de todo lo que el equipo había ofrecido tentativamente en enero. Sin embargo, para ese entonces, es posible que ya fuera demasiado tarde.
Los indicios de un conflicto comenzaron a manifestarse casi tan pronto como Messi regresó de Catar como campeón mundialista. El PSG comenzó a desdibujarse cuando la temporada de la liga se reanudó en el Año Nuevo y su ventaja, que alguna vez fue incuestionable, comenzó a reducirse. El equipo salió de la Copa Francesa y también de la Liga de Campeones, lo que ocasionó una gran frustración entre sus propietarios cataríes y sus aficionados parisinos.
Al mismo tiempo, los abucheos de los hinchas acérrimos del PSG se volvieron más intensos y las opiniones más airadas comenzaron a centrarse cada vez más en Messi, cuyo desempeño y producción, tal vez como se esperaba de un jugador de 35 años que salió de una agotadora Copa del Mundo, disminuyeron por debajo de su esplendor habitual.
En las últimas semanas, los observadores de Messi —que forman parte de una industria improvisada que se centra en analizar el estrellato del jugador y su destreza en el fútbol— especularon sobre adónde podría aterrizar la próxima temporada. ¿Un regreso a Barcelona, tal vez? ¿Una aventura estadounidense en Miami? ¿Una estadía extendida en Arabia Saudita? Sin duda, todas esas opciones están sobre la mesa.
Mientras Messi posa para las fotos con su familia en Riad, una cosa está clara: su futuro no estará en París.
Tariq Panja cubre algunos de los rincones más sombríos de la industria del deporte mundial. También es coautor de Football’s Secret Trade, una revelación sobre la industria multimillonaria de comercio de jugadores de fútbol.@tariqpanja