Esta es la magia de Bad Bunny: su uso del “non-English” se siente más como un gesto de soberanía que como una falla.
Uno de sus álbumes más recientes se titula YHLQMDLG, un acrónimo impronunciable que significa “yo hago lo que me da la gana”. La frase se ha convertido en una especie de mantra para el rechazo irredento a seguir las reglas. Este gesto desafía una gran variedad de códigos: las reglas del reguetón, al que Benito mezcla con vibraciones del pop, el rock y ritmos pancaribeños; las reglas de la masculinidad latina tradicional, que reta a través de su esmalte de uñas, atuendos andróginos y guiños a la fluidez sexual, y las reglas de la celebridad latina, que por lo general exigen hacer que nuestra cultura sea digerible y accesible para una audiencia masiva.
Aunque es más sencillo poder hacer estas transgresiones cuando eres un hombre heterosexual y de piel clara, sigue siendo un gesto osado, en especial para un artista proveniente de una colonia de Estados Unidos donde en un momento el inglés fue impuesto a sus habitantes.
Cuando en 1899 Puerto Rico pasó a ser posesión de Estados Unidos, el gobierno estadounidense trató de cambiarle el nombre a Porto Rico (el nombre se cambió de nuevo a Puerto Rico en 1931) e impuso la educación en inglés. Mi abuela de 95 años todavía recuerda cuando un maestro estadounidense, al que llamaban Mr. Sullivan, llegó a su escuela en Lares. El maestro le enseñó algunas canciones en inglés, pero al final él terminó aprendiendo más español que ella inglés.
En este contexto, la negativa de Benito a hablar un idioma que no sea el suyo es un acto profundamente político. No solo habla de manera descarada y desacomplejada en español, sino que lo hace en ese español caribeño constantemente difamado, desbordado de consonantes sin pronunciar, espanglish, neologismos y tanto argot que es casi un creole. Muy lejos del español de la Real Academia Española, o incluso del español estandarizado de Telemundo.
Sus detractores se asombran de ver cómo ha alcanzado un atractivo global sin tener que traducir lo que dice o las letras de sus canciones. No obstante, durante décadas, personas de todo el planeta han bailado y cantado con artistas que cantan en inglés como Michael Jackson, Madonna y Beyoncé, sin necesariamente entender lo que dicen. Pero esto no era imaginable para alguien que cantara en “non-English”.
Antes de las plataformas de streaming habría sido difícil para artistas como Benito, que no tienen un espacio natural en la programación de las radios del mundo o en las tiendas de discos, alcanzar ese nivel de éxito. Ahora, tanto él como otros intérpretes pueden aprovechar el poder acumulativo de los clics, los “me gusta” y los “compartir” para alcanzar fama planetaria. En el proceso, él se ha convertido no solo en el artista más reproducido, sino también en uno de los más rentables del mundo. En 2022 llenó estadios a lo largo de Estados Unidos y América Latina y su gira se convirtió en la de mayor recaudación en un solo año. Su reconocimiento en plataformas como los Grammy, los Billboard Music Awards y los Video Music Awards no es el resultado de su ingreso en la cultura dominante sino del hecho de que la cultura dominante se vio forzada a reconocer el poder adquisitivo de su legión de fans.