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Mi padre dirigió el juicio contra Eichmann. Yo estuve ahí

Aunque él no lo sabía en ese momento, estas instituciones no mostraron ningún interés en las fuentes del fascismo porque el juicio no era contra el fascismo. Por el contrario, fue una oportunidad para que Ben-Gurión y la Agencia Judía renovaran la imagen del movimiento sionista. Aunque en los primeros días del sionismo se ensalzaba a pioneros musculosos y autosuficientes en una tierra nueva, vacía y prometida, esa imagen no encajaba en el mundo de la posguerra. Además, muchos judíos israelíes despreciaban a los judíos de la “vieja Europa”, a quienes veían temblando en sus shtetls y caminando impotentes hacia su muerte. Por supuesto, lamentaban el Holocausto y sus diplomáticos utilizaron su recuerdo para convencer a las Naciones Unidas de reconocer al Estado de Israel. Aun así, el círculo de la vergüenza se había instalado alrededor de los sobrevivientes, muchos de los cuales habían quedado traumatizados hasta el punto de la disfunción.

A medida que los testigos del juicio hablaban de crímenes y sufrimientos que no se habían oído antes, las actitudes israelíes cambiaron. Los sobrevivientes de los nazis —antes considerados como extraños tatuados que murmuraban solos en las esquinas de Tel Aviv— empezaron a ser vistos con más compasión. Sus muertes y sufrimientos, los crímenes de la Shoá, se trasladaron al corazón del sionismo. Ayudó a señalar a Israel como el refugio seguro para los perseguidos, con la consigna “¡Nunca más!” como grito de guerra.

Como señaló famosamente Hannah Arendt, el objetivo del fiscal era enmarcar el juicio como justicia por los crímenes contra los judíos. La matanza de gitanos, personas homosexuales, líderes sindicales, socialistas, comunistas, gente con discapacidad y cualquier grupo de oposición apenas se mencionó.

Sin quererlo, mi padre contribuyó a reforzar el aspecto emocional del juicio y, con ello, a debilitar sus implicaciones políticas. Aunque sus anteriores filmaciones incluían una visión más completa de los crímenes y las víctimas del nazismo, la forma en que rodó el juicio provocó lo contrario: su brillante cobertura individualizó a Eichmann y apartó a los espectadores de una visión más histórica. El trabajo de estudiar el fascismo no podía competir con la satisfacción de culpar a un villano e imaginar que los problemas podían resolverse con su condena.

Mi padre contribuyó a convertir a ese nazi en un personaje de un drama de enfrentamiento cinematográfico, no de comprensión real. Ahora era el Estado judío contra el asesino de judíos. Los crímenes contra otros grupos no tenían nada que ver con el propósito que el Estado de Israel y su fiscal jefe, Gideon Hausner, pretendían dar al juicio.

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