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La respuesta de las aves a las púas metálicas antipájaros

Auke-Florian Hiemstra, biólogo que estudia cómo los animales silvestres reutilizan materiales hechos por los seres humanos, pensaba que lo había visto todo. En su investigación sobre la focha común, un ave acuática que suele encontrarse en los canales neerlandeses, había descubierto nidos hechos con limpiaparabrisas, lentes de sol, claveles de plástico, preservativos y pequeños sobres usados para empacar cocaína.

“Así que mi definición de lo que es material de nidificación ya era bastante amplia”, explicó Hiemstra, estudiante de doctorado en el Centro de Biodiversidad Naturalis de los Países Bajos. “Casi cualquier cosa puede formar parte de un nido de aves”.

Sin embargo, no estaba preparado para lo que encontró en julio de 2021 cuando fue a investigar un extraño nido que habían visto en el exterior de un hospital de Amberes, Bélgica. Cerca de la copa de un arce azucarero había un nido de urraca euroasiática que parecía un puercoespín ciberpunk, con finas varillas metálicas que sobresalían en todas direcciones.

“No podía creer lo que veían mis ojos”, recordó. “Son aves haciendo un nido con picos antipájaros”.

Las hileras de estas afiladas puntas metálicas se han convertido en un elemento habitual del entorno urbano, instaladas en tejados y cornisas para disuadir a los pájaros de posarse o anidar en los edificios. No obstante, afuera del hospital de Amberes (donde resulta que muchos de los picos anti-pájaros habían desaparecido) las urracas habían logrado convertir la arquitectura hostil en su hogar.

“Se están volviendo más listas que nosotros”, afirmó Hiemstra. “Nosotros tratamos de deshacernos de las aves, pero ellas recolectan nuestras púas metálicas y, de hecho, hacen más pajaritos en estos nidos. Creo que es un contragolpe brillante”.

Las urracas de Amberes no fueron las únicas. En los dos años siguientes, Hiemstra y sus colegas descubrieron varios nidos más, construidos por urracas euroasiáticas y cuervos carroñeros, que incluían picos antipájaros. La semana pasada describieron sus hallazgos en un artículo publicado en la revista Deinsea.

“Es absolutamente fascinante”, comentó Mark Mainwaring, experto en nidos de aves de la Universidad de Bangor, Gales, quien no participó en el estudio. “Esto pone de manifiesto lo intuitivas que son estas aves y demuestra su flexibilidad para salir a buscar estos materiales nuevos y utilizarlos”.

Las urracas y los cuervos pertenecen a la familia de los córvidos, un grupo de aves famosas por su inteligencia y sus habilidades para resolver problemas. Las urracas suelen construir nidos abovedados con ramas espinosas incrustadas en el techo para protegerse de los depredadores. En los nidos hallados por Hiemstra y sus colegas, las urracas parecían haber utilizado los picos antipájaros con el mismo fin, convirtiéndolos en una cubierta puntiaguda para el nido.

“El nido de Amberes en realidad es como un búnker para las aves”, aseveró Hiemstra, quien calculó que contenía unos 50 metros de tiras antipájaros y 1500 picos visibles. “Debes sentirte bastante seguro sentado en el centro sabiendo que hay 1500 fragmentos de metal o puntas filosas que te protegen”.

Aunque los investigadores no captaron a las urracas en el acto de arrancar las tiras del tejado del hospital, los picos habían desaparecido de la zona cercana al nido de las aves, y se ha observado a otras aves arrancando esos picos de edificios. Los científicos señalaron que en las cúpulas de los nidos de las urracas ya se habían encontrado materiales humanos punzantes, como alambre de púas y agujas de tejer. (“Debe ser una urraca muy feliz la que regresa al nido con esta gran aguja de tejer en el pico”, reflexionó Hiemstra).

Al parecer los cuervos usaron las púas de manera distinta, pues las giraban hacia el interior del nido. Aunque siguen sin demostrar la idea, colocar los picos de esta manera podría darles a los nidos mayor soporte estructural, señaló Hiemstra.

No está del todo claro si las aves utilizan los picos solo porque están disponibles —puede ser más fácil conseguirlos en la naturaleza urbana que las ramas espinosas— o si incluso podrían ser más adecuados para su tarea que los materiales naturales.

No obstante, el uso de materiales artificiales para anidar es común en todo el universo aviar, según un nuevo análisis de la literatura científica realizado por Mainwaring y sus colegas, que se publicó en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B. Los investigadores encontraron informes de decenas de miles de nidos —construidos por 176 especies de aves distintas, en todos los continentes excepto la Antártida— que incluían materiales artificiales como bolsas de plástico, retazos de tela, sedal, toallas de papel, hilo dental, gomas elásticas y colillas de cigarro.

“Cuando hay oportunidad de incorporar materiales antropogénicos, materiales hechos por el hombre, a tu nido, probablemente lo hagas porque eres un ave”, dijo Jim Reynolds, ornitólogo de la Universidad de Birmingham, Reino Unido, y autor del análisis nuevo. “Algunos ornitólogos de campo fruncimos el ceño porque pensamos: ‘¿En serio?’”.

Según Reynolds, los hallazgos reflejan la cantidad de basura que dejan los humanos y la investigación sugiere que el uso de materiales artificiales para anidar es cada vez más común.

Se desconocen las consecuencias a largo plazo. Los materiales brillantes o coloridos pueden ayudar a un ave en el proceso de atraer a su pareja o llamar la atención de los depredadores. Las investigaciones sugieren que las sustancias químicas de las colillas de cigarros pueden ayudar a proteger los nidos de los parásitos, pero también pueden ser tóxicas para las aves. Además, hay muchos casos de polluelos que se han enredado en cuerdas de plástico o cordeles que han llegado hasta el nido.

En cuanto al uso de los picos antipájaros, Mainwaring tenía curiosidad de ver “si el comportamiento se extiende, si otras urracas ven a sus vecinas usar estos picos en los nidos y piensan: ‘Así es como se construye un nido’”, dijo. “Y los polluelos criados en esos nidos también van a crecer pensando que es perfectamente normal y natural”.

Hiemstra sospecha que se encontrarán más nidos con picos y espera que así sea.

“En definitiva, estoy a favor de las aves, animándolas y disfrutando de que se defiendan un poco”, concluyó. “Porque se merecen tener un lugar en la ciudad igual que nosotros”.

Emily Anthes es reportera de The New York Times; se enfoca en ciencia y salud y cubre temas como la pandemia de coronavirus, las vacunas, las pruebas para el virus y la covid en niños. Más sobre Emily Anthes


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