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Elecciones en Ecuador y Guatemala en 4 conclusiones

El domingo, Ecuador y Guatemala celebraron elecciones que dejaron en evidencia algunas tendencias cruciales en América Latina como los esfuerzos anticorrupción, la creciente importancia de los votantes jóvenes y los llamados a emular las medidas enérgicas contra el crimen de El Salvador.

En Ecuador, donde el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio este mes ensombreció la campaña, una política de la izquierda tradicional, Luisa González, se enfrentará en una segunda vuelta a Daniel Noboa, el heredero de una familia adinerada conocida por su imperio bananero.

Y en Guatemala, el activista progresista y anticorrupción Bernardo Arévalo ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de manera aplastante contra una ex primera dama, Sandra Torres, asestando así un golpe al establishment político conservador del país.

Debido a las preocupaciones latentes sobre la erosión del Estado de derecho y la influencia cada vez mayor de las bandas narcotraficantes en diferentes partes de América Latina, la votación fue observada de cerca en busca de señales de lo que podrían significar los resultados.

A continuación, presentamos algunas conclusiones clave.

Ecuador y Guatemala enfrentan una variedad de retos diferentes, y aunque las dificultades para gobernar de manera efectiva en ambos países son bien conocidas, los nuevos líderes tendrán que lidiar con tener bajo control el crimen organizado y crear oportunidades económicas para mantener a sus ciudadanos en casa y evitar que emigren.

La estrella del momento en la escena política de América Latina es el presidente populista conservador de El Salvador, Nayib Bukele, debido a su éxito en el uso de tácticas de línea dura para sofocar la violencia de las pandillas, incluidos arrestos masivos que afectaron a miles de personas inocentes y erosionaron las libertades civiles. Pero las expectativas de que los entusiastas de las tácticas de Bukele sobre el crimen tendrían un camino fácil hacia la victoria se desvanecieron tanto en Ecuador como en Guatemala.

“Es notable que en ninguno de los dos casos les haya ido bien a los admiradores descarados de las políticas severas de Nayib Bukele contra las bandas criminales en El Salvador”, dijo Michael Shifter, miembro principal de Diálogo Intermericano, una organización de investigación con sede en Washington.

A pesar de la conmoción generada por el asesinato de Villavicencio, los candidatos explícitamente anticrimen en Ecuador dividieron su porción de los votos. A Jan Topic, quien se alineó estrechamente con Bukele, le fue mal a pesar de haber subido en las encuestas tras el asesinato.

“Hizo una campaña de un solo tema que, en su mayoría, se enfocó en la seguridad”, dijo Risa Grais-Targow, directora para América Latina de Eurasia Group, sobre Topic. “Pero los votantes tienen otras preocupaciones, como las relacionadas con la economía”.

De manera similar, en Guatemala —donde crecían los temores de un descenso hacia el autoritarismo— la promesa de Torres de implementar políticas al estilo de Bukele no logró ganar mucho impulso. En cambio, su rival la puso a la defensiva debido a que había pasado un tiempo bajo arresto domiciliario en relación con cargos de financiamiento ilícito de campañas.

También influyeron en el resultado las maniobras de la autoridad electoral de Guatemala para simplemente descalificar a los candidatos que se consideraron amenazas al orden establecido.

Uno de los candidatos expulsados de la contienda antes de la primera vuelta en junio fue Carlos Pineda, un outsider que buscaba replicar las medidas enérgicas contra el crimen de Bukele. La descalificación de Pineda y otros le abrió un camino a Arévalo, otro candidato independiente cuyas propuestas para combatir el delito son más matizadas.

En un grado notable, los resultados electorales en Ecuador y Guatemala dependieron de las decisiones de los votantes jóvenes. En Ecuador, Noboa, un empresario de 35 años, neófito de la política, estaba en los últimos lugares de las encuestas hasta hace apenas unas semanas.

Pero aprovechando el apoyo de los jóvenes mientras se presentaba como un candidato independiente, Noboa se abrió camino inesperadamente hacia la segunda vuelta con cerca del 24 por ciento de los votos. (El reconocimiento de su apellido también podría haber ayudado; su padre, Álvaro Noboa, uno de los hombres más ricos de Ecuador, se postuló a la presidencia en cinco oportunidades).

En Guatemala, el país más poblado de América Central, Arévalo, de 64 años, también se benefició del apoyo de los jóvenes, especialmente en las ciudades, quienes se sintieron atraídos por sus llamados a poner fin a la persecución política de activistas de derechos humanos, ambientalistas, periodistas, fiscales y jueces.

Arévalo también mostró una postura más moderada sobre temas sociales. Aunque dijo que no buscaría legalizar el aborto o el matrimonio igualitario, dejó claro que su gobierno no permitiría la discriminación contra las personas por su orientación sexual.

Esa postura, algo novedosa en Guatemala, contrastó en gran manera con la de Torres, quien seleccionó a un pastor evangélico como su compañero de fórmula y empleó un insulto contra personas homosexuales en la campaña electoral para referirse a los simpatizantes de Arévalo.

Guatemala y Ecuador ofrecieron visiones contrastantes de la izquierda en América Latina.

Dentro del panorama político tradicionalmente conservador de Guatemala, Arévalo, quien critica gobiernos de izquierda como el de Nicaragua, a menudo es descrito como un progresista. En ese sentido se parece más a Gabriel Boric, el presidente joven y moderado de Chile, que a los agitadores de otras zonas de la región.

El partido de Arévalo, Movimiento Semilla, el cual se formó tras las protestas anticorrupción en 2015, también es diferente a cualquier otro movimiento surgido en Guatemala durante las últimas décadas. Semilla llamó la atención por realizar una campaña austera y de principios, dejando claras sus fuentes de financiamiento, a diferencia del financiamiento opaco que prevalece en otros partidos. Otra fuente de inspiración para Semilla es el Frente Amplio de Uruguay, un partido de centro izquierda moderado y democrático.

“Arévalo es un demócrata de pies a cabeza”, aseveró Will Freeman, miembro de estudios latinoamericanos del Consejo de Relaciones Exteriores.

González, en contraste, proviene de un sector diferente de la izquierda latinoamericana, caracterizado en el caso de Ecuador por poner a prueba los controles y equilibrios democráticos, dijo Freeman. Es partidaria de Rafael Correa, un expresidente ecuatoriano que sigue siendo una fuerza dominante en la política del país a pesar de tener seis años fuera del poder.

Correa, quien vive en Bélgica tras huir de una sentencia de prisión de ocho años por violaciones en el financiamiento de campañas, conserva una base sólida que oscila entre el 20 y el 30 por ciento del electorado.

En gran medida, ese apoyo es resultado de la “nostalgia de ese momento de bienestar que hubo durante la era de Correa”, dijo Caroline Ávila, analista política en Ecuador.

Las elecciones tanto en Ecuador como en Guatemala destacaron una tendencia regional más general: la incertidumbre y volatilidad de la política latinoamericana.

En ambos países, las encuestas fallaron en captar desarrollos cruciales. En Ecuador, donde Topic capitalizó las consecuencias del asesinato de Villavicencio, Noboa se abrió camino para pasar a la segunda vuelta.

Y en Guatemala, Arévalo, un candidato académico que a veces lee sus discursos y carece de las habilidades oratorias de sus rivales, no fue visto como una amenaza por el establishment hasta que logró pasar a la segunda vuelta.

Hoy, con su aplastante victoria, Arévalo obtuvo más votos que cualquier otro candidato desde que se restauró la democracia en Guatemala en 1985.

Ese es un escenario que incluso muchos miembros del propio partido de Arévalo no vieron venir.

Simon Romero y Jody García reportaron desde Ciudad de Guatemala y Genevieve Glatsky desde Bogotá, Colombia.

Simon Romero es corresponsal en la Ciudad de México, y cubre México, Centroamérica y el Caribe. Se ha desempeñado como jefe del buró de The Times en Brasil, jefe del buró andino y corresponsal internacional de energía. Más sobre Simon Romero


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