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Guerra en Ucrania: 6 consecuencias que ha tenido en el mundo

Después de un año, la guerra en Ucrania ha reconfigurado el mundo de un modo que casi nadie habría previsto. Mucho más allá de las líneas de combate, el efecto dominó de la invasión rusa ha dado lugar a la reorganización de vidas y a la desestabilización de economías. A continuación, echamos un vistazo a las consecuencias que ha tenido la guerra en seis áreas fundamentales.

Debido a la importancia de Rusia y Ucrania como exportadores de productos alimentarios, entre ellos el trigo, la guerra contribuyó a que el precio de los granos alcanzara niveles máximos históricos. La Organización de las Naciones Unidas advirtió que la amenaza de padecer hambre se cernía sobre millones de personas, especialmente en algunas partes de África y Medio Oriente. En julio, Moscú y Kiev firmaron un acuerdo para liberar millones de toneladas de granos que estaban varados en los puertos ucranianos del mar Negro como resultado de un bloqueo marítimo de facto por parte de Rusia. Pese a que, en octubre, Moscú suspendió por un tiempo su participación en el acuerdo, este se ha mantenido en buena medida y el precio del grano en el mundo ha regresado al nivel que tenía antes de la guerra.

La guerra desencadenó la peor crisis energética global que ha habido desde la década de 1970. Los precios de los energéticos aumentaron en muchas partes del mundo al tiempo que los países disminuían o suspendían la compra de combustibles fósiles procedentes de Rusia. En Europa, las facturas de gas casi se duplicaron y el costo de la electricidad se incrementó cerca del 70 por ciento en los primeros seis meses del año. En otro intento de quitarle ingresos a Moscú para la guerra, los diplomáticos de la Unión Europea acordaron en diciembre establecer un límite al precio por barril, de 60 dólares, al cual se puede comercializar el petróleo ruso fuera del bloque. Pero como el suministro es escaso a nivel global, Rusia ha seguido siendo un exportador preponderante y en el último año ha vendido más gas y petróleo a China y la India.

Cuando la economía mundial apenas estaba saliendo de la pandemia, la crisis energética y la desaceleración del crecimiento contribuyeron a un aumento de la inflación. El aumento de precios mermó los ahorros y los sueldos de la población, lo cual hizo que en muchos países se desplomara el salario real y disminuyera el poder adquisitivo. La elevada inflación se ha convertido en un dolor de cabeza en materia política para los dirigentes de países como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, donde los gobiernos, con el propósito de ayudarles a las familias y las empresas, han aumentado su gasto y establecido límites de precios, subsidios y reducción de impuestos.

La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, señaló en Varsovia, Polonia, que “la OTAN está más fuerte que nunca”. Tal vez el presidente ruso, Vladimir Putin, esperaba que su invasión agudizara las divisiones en la OTAN, pero la alianza se ha fortalecido. Finlandia, país que comparte frontera con Rusia, abandonó su política de neutralidad y solicitó, al igual que Suecia, su entrada a la alianza. Los líderes de la OTAN han dicho que esperan que ambos países obtengan la aprobación, aunque Turquía ha planteado objeciones por el trato de Suecia hacia los grupos kurdos que Ankara considera terroristas. En septiembre, Ucrania solicitó unirse, aunque se cree que tiene pocas posibilidades.

Más de ocho millones de ucranianos han huido en calidad de refugiados a otras partes de Europa, sobre todo en las primeras etapas de la guerra, según la agencia para refugiados de las Naciones Unidas. Se calcula que otros cinco millones quedaron desplazados dentro de Ucrania. La cifra más elevada de refugiados, más de 1,5 millones, se registra en Polonia. Al mismo tiempo, la guerra ha ampliado la influencia de Polonia y los países bálticos, los cuales han adoptado una sólida defensa de Ucrania y presionado para que haya un suministro más grande y rápido de apoyo militar. Desde el principio, los líderes tradicionales de Europa, Francia y Alemania, batallaron con la delicada tarea de reorientar sus antiguas políticas relacionadas con la existencia de una estructura de seguridad europea que incluía la cooperación con Rusia.

En el transcurso de la guerra, China ha estado en el filo de una delgada línea a fin de hacer un llamado a la paz al tiempo que se abstiene de criticar a Rusia, un socio cada vez más importante. La semana pasada, en una gira por Europa, el diplomático de más rango en China, Wang Yi, le dijo a su homólogo ucraniano que no quería que la guerra “se prolongue ni tampoco escale”. Al mismo tiempo, China está realizando ejercicios militares conjuntos con Rusia y Sudáfrica, y se espera que el líder chino, Xi Jinping, visite Moscú en la primavera. El gobierno de Biden está muy atento a las señales de que China pueda cruzar esa línea y proporcionar ayuda militar directa a Rusia, y le ha advertido que no lo haga, pero Pekín ha rechazado con firmeza los señalamientos de Estados Unidos.

Matthew Mpoke Bigg es un corresponsal que cubre noticias internacionales. Antes fue reportero, editor y jefe de corresponsalía para Reuters y ha ocupado puestos en Nairobi, Abidjan, Atlanta, Yakarta y Accra.

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