El multimillonario negocio migratorio, la desaparición de glaciares y más para estar al día.
Cada paso ofrece una oportunidad de hacer dinero.
El trayecto en lancha para llegar a la selva: 40 dólares. Alguien que carga tu mochila: 100 dólares. Un plato de pollo y arroz en medio de la ruta: 10 dólares. Los paquetes especiales con tiendas, botas y otros básicos: 500 dólares, o más.
El estrecho tramo de tierra selvática que une a América del Sur con América Central es conocido como el Tapón del Darién. Por muchos años fue un trecho inhóspito y casi intransitable. Ahora es un territorio en el que ha surgido una industria lucrativa a costa de las personas desesperadas que aspiran llegar a Estados Unidos.
Esos kilómetros se han transformado en una de las crisis políticas y humanitarias más apremiantes del continente. En 2022, unas 250.000 personas cruzaron la selva del Darién en un intento por llegar al norte. Este año, esa cifra ya ha alcanzado las 360.000 personas.
Durante los últimos meses, el fotógrafo Federico Rios y yo hemos ido muchas veces al Darién, para intentar entender el flujo migratorio y las transformaciones en ese pasaje localizado entre Colombia y Panamá. Estas son algunas de las cosas que vimos.
La mayoría de las personas que se arriesgan a emprender el trayecto por la selva siguen siendo de Venezuela, como es el caso de Samuel, de 13 años, quien aparece en la fotografía. Pero ahora, los ecuatorianos que huyen de una crisis de seguridad relativamente nueva en su país, como Geomaira, una mujer de 21 años a quien conocí durante la reportería, son el segundo grupo más grande.
Desde hace mucho tiempo, las localidades colombianas a la entrada del Darién han estado olvidadas por el gobierno. Y en el municipio de Acandí, donde comienza la selva, los residentes carecen incluso de los servicios más básicos. En la zona, algunas autoridades locales aseguran que sus peticiones de ayuda para enfrentar la afluencia de migrantes han sido ignoradas.
Ante la ausencia de una presencia estatal significativa, los residentes de Necoclí y Acandí se han apoderado de la ruta migratoria y la han convertido en un negocio multimillonario, gestionado por algunos de sus líderes políticos. “Lo que primero era una problemática”, dijo un exconcejal de una localidad cercana a Necoclí, “se ha convertido en una oportunidad”.
Los lugareños, coordinados bajo una organización llamada Fundación Social Nueva Luz del Darién, explican la ruta y entregan brazaletes cuando los migrantes han pagado por el tránsito desde Acandí hasta la frontera panameña. La tarifa es de 170 dólares por persona.
“Como una entrada para Disney”, me dijo un venezolano en la selva.
Actualmente, más de 2000 personas salen cada día del campamento de Las Tecas, donde inician su viaje hacia la selva del Darién.
Sobre la industria migratoria del Darién se ciernen las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, o Clan del Golfo, un grupo criminal que funge como el actor armado “hegemónico” de la región, según la Defensoría del Pueblo colombiana. Cobran su propio impuesto por pasar, unos 80 dólares por persona, según los recaudadores de este dinero en Necoclí. Una pegatina, a menudo con la bandera estadounidense, es el comprobante de pago.
Antes de que los migrantes siguieran su camino rumbo a Panamá, ya sin el acompañamiento de la fundación, escuché que uno de los guías decía: “Queremos desearles un feliz viaje”.
Los invito a leer, y comentar, este reportaje sobre el negocio migratorio en el Darién.
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Elizabeth Spiers publicó recientemente un ensayo de opinión en el que aborda un momento de su vida personal que la hizo reflexionar sobre el beso de Luis Rubiales, expresidente de la Real Federación Española, a Jenni Hermoso, ganadora de la Copa Mundial Femenina. Estos son algunos de los mensajes publicados en nuestra sección de comentarios, editados por claridad y espacio:
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“Rubiales es un machista y en mi opinión los abrazos a las chicas sobraban. El beso, por supuesto, estaba fuera de lugar. Hay un detalle del que nadie ha hablado: Hermoso había fallado un penalti en un partido anterior, y también otro en la final. Para una jugadora de su enorme categoría, eso debió de sentirlo como un fallo tremendo. Y ahí me parece que interviene el complejo de superioridad de Rubiales, como diciendo: ‘No te preocupes, ha salido todo bien, estás perdonada, yo, que soy el jefe, te perdono y te beso como premio’. Y se dio cuenta de lo que había hecho delante de cientos de millones de personas, y perdió la cabeza y ni dijo ni hizo más que agravantes. Esto es un intento de comprender el porqué y el cómo, no de justificar la agresión”. —Carlos A. Del Rio Ravassa, Berlín.
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“Me resulta angustiante y triste la caterva de mujeres que apoyan a estos machos. Encontré en los comentarios de las publicaciones que hubo al respecto, a cientos de mujeres diciendo que cómo era posible atormentarse por ‘semejante bobada’. Otras afirmaban que el precio de la gasolina era una verdadera preocupación. Este último comentario es muestra de que la dignidad de las mujeres aún vale menos que un galón de gasolina”. —Sandra Oróstegui, Barichara, Colombia.
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“Desafortunadamente el que va contra la corriente lleva las de perder. En el caso de Rubiales fue una celebración, y en la celebración predomina la espontaneidad, y le dio un beso sin su consentimiento, pero de ahí a que se le acuse de agresión sexual, está más que fuera de lugar. ¿Quién en su sano juicio, y ante todo el mundo, va a cometer una agresión sexual?”. —Humberto de Alba, Monterrey, México.
—Patricia Nieto, Sabrina Duque y Elda Cantú producen y editan este boletín.