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¿Se puede vivir sin plástico? Yo lo intenté

Hay que reconocer que vivir completamente sin plástico es probablemente una idea absurda. A pesar de sus defectos, el plástico es un ingrediente crucial en equipos médicos, detectores de humo y cascos. El eslogan de la industria del plástico de los años 90 es cierto: “Los plásticos lo hacen posible”.

En muchos casos puede ayudar al medio ambiente: las piezas de plástico de los aviones son más ligeras que las metálicas, lo que significa menos combustible y menos emisiones de CO₂. Los paneles solares y las turbinas eólicas tienen piezas de plástico. Dicho esto, el mundo está sobrecargado de este material, sobre todo en sus formas desechables. El Earth Policy Institute calcula que cada año se gasta un billón de bolsas de plástico de un solo uso.

La crisis venía de lejos. Hay cierto debate sobre cuándo apareció el plástico en el mundo, pero muchos lo sitúan en 1855, cuando un metalúrgico británico, Alexander Parkes, patentó un material termoplástico como recubrimiento impermeable para tejidos. Llamó a la sustancia “Parkesina”. A lo largo de las décadas, laboratorios de todo el mundo dieron a luz otros tipos, todos con una química similar: son cadenas de polímeros, y la mayoría se fabrican a partir de petróleo o gas natural. Gracias a los aditivos químicos, los plásticos varían enormemente. Pueden ser opacos o transparentes, espumosos o duros, elásticos o quebradizos. Se conocen por muchos nombres, como poliéster y espuma de poliestireno, y por abreviaturas como PVC y PET.

La fabricación de plásticos se aceleró durante la Segunda Guerra Mundial y fue crucial para el esfuerzo bélico, pues proporcionó paracaídas de nailon y ventanas de plexiglás para los aviones. A continuación, se produjo el auge de la posguerra, según Susan Freinkel, autora de Plastic: A Toxic Love Story, un libro sobre la historia y la ciencia del plástico. “El plástico se utilizó en mostradores de fórmica, revestimientos de refrigeradoras, piezas de automóviles, ropa, zapatos y todo tipo de cosas pensadas para durar”, explica.

Luego las cosas dieron un giro.

“Empezamos a tener problemas cuando empezamos a utilizar material de un solo uso”, comentó Freinkel. “Yo lo llamo basura prefabricada”.

La avalancha de popotes, vasos, bolsas y demás artículos efímeros ha tenido consecuencias desastrosas para el medio ambiente. Según un estudio del Pew Charitable Trusts, más de 11 millones de toneladas métricas de plástico llegan a los océanos cada año, filtrándose en el agua, alterando la cadena alimentaria y asfixiando la vida marina.

Cerca de una quinta parte de los residuos plásticos se queman, liberando CO2 al aire, según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, que también informa de que solamente se recicla el nueve por ciento de los plásticos. Algunos no son económicos de reciclar, y otros tipos degradan su calidad cuando sí lo son.

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