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AlexaArchaeology and AnthropologyBonesClyde (1928-2014)Content Type: Personal ProfileForensic ScienceFredy (1971- )HagertyHuman Rights and Human Rights ViolationsPeccerelliSnowTorture

Argentina y Guatemala a través de sus huesos

Sentada en una pequeña sala de estar en la zona rural de Guatemala, mientras grababa el testimonio de mujeres cuyos seres queridos desaparecieron en fosas comunes durante la guerra civil del país décadas antes, Alexa Hagerty se preguntó si estaba haciendo más daño que bien.

Volver a narrar los hechos hizo que los traumas pasados de las mujeres volvieran a sentirse vívidos e inmediatos: disparos, redadas militares, una vecina embarazada que corrió para salvar su vida pero no lo logró. Una persona incluso tuvo problemas para terminar su relato entre lágrimas. Hagerty sabía que las historias la ayudarían en su investigación doctoral sobre ciencia forense y derechos humanos; lo que estaba menos claro era cómo dar voz a esos recuerdos tan dolorosos ayudaría a los narradores. Hagerty sintió que les debía a estas mujeres más que una disección académica de sus circunstancias.

“Las personas que me habían confiado estas historias no querían que solo se las contara a otros tres antropólogos en un centro de convenciones”, dijo Hagerty desde su casa en Francia, donde trabaja como afiliada del Centro Minderoo para la Tecnología y la Democracia. en la Universidad de Cambridge. “La expectativa era que saliera al mundo a difundirlas”.

Parte de la labor de Hagerty por compartir más ampliamente lo que había aprendido se convirtió en Still Life with Bones, un relato absorbente de su trabajo con equipos forenses mientras excavaban e identificaban restos humanos en fosas comunes en Guatemala y Argentina. El libro refleja el empeño de Hagerty por hacer justicia a las historias que se le pusieron a su cargo al instar a una comprensión más amplia de los costos de la violencia política y las condiciones que la generan.

“Me permitieron presenciar brevemente algo que las personas a mi alrededor, mi familia y mis amigos en Estados Unidos no estaban viendo, y eso me inquietó”, dijo Hagerty, señalando los ecos que vio entre su investigación y las circunstancias políticas actuales en varios países. “Estaba pensando en lo que me parecía una investigación histórica sobre los regímenes autoritarios en América Latina, pero cuanto más me adentraba, más veía que había continuidad”.

Publicado el 14 de marzo por Crown, Still Life with Bones, es un libro multifacético y elegíaco: una memoria de un periodo formativo en la vida de Hagerty como científica social, un tributo a las personas que conoció en el camino y una advertencia contra la creencia de que los peores crímenes del autoritarismo han quedado relegados al pasado.

Hagerty teje una historia ascendente del terrorismo de Estado, y asume una mirada contemplativa hacia las comunidades y los científicos encargados de recoger los pedazos, en este caso literalmente, de un conflicto violento. Los héroes de su historia son las mujeres y los hombres que arriesgan su vida en la búsqueda de sus amigos y familiares, y los pioneros equipos forenses de Guatemala y Argentina con quienes Hagerty realizó su investigación.

Es evidente la admiración de Hagerty por la valentía de los antropólogos forenses que compartieron el arte y la ciencia de su trabajo con ella. Fue un grupo de estudiantes —no profesionales— formados por el eminente antropólogo Clyde Snow quienes fundaron el Equipo Argentino de Antropología Forense en 1984. El país había regresado a la democracia apenas un año antes, y aún no había garantías de que la junta militar que había torturado, asesinado y desaparecido a miles de personas hubiera desaparecido para siempre.

“Literalmente caminaron hacia un cementerio fangoso y comenzaron a cavar mientras la policía los observaba”, dijo Hagerty sobre el trabajo inicial del equipo argentino.

Hoy en día, Guatemala y Argentina son vistos generalmente como líderes mundiales en antropología forense. Tanto el equipo argentino como la Fundación de Antropología Forense de Guatemala, con quienes Hagerty también realizó investigaciones, consultan y capacitan regularmente a equipos de todo el mundo, en lugares tan diversos como Mozambique, Canadá y España.

“Es un poco diferente en cada lugar, pero en todas partes es una pesadilla”, afirmó Fredy Peccerelli, quien también se capacitó con Snow y en la actualidad es director ejecutivo del equipo guatemalteco, sobre la violencia que obliga a las familias a buscar los restos de sus seres queridos. “Pero creo que podemos hacer algo. Podemos acompañar esa búsqueda y proporcionar la ciencia y las técnicas más recientes para quizás obtener algunas respuestas”.

Los equipos de Argentina y Guatemala enfatizan la construcción de relaciones con las familias de los desaparecidos y el reconocimiento de su propiedad sobre los esfuerzos para encontrar e identificar los restos. Hagerty describe cómo comunidades enteras se presentan en las tumbas mientras los equipos forenses excavan cuidadosamente en la tierra, en contraste con los enfoques forenses más cerrados y jerárquicos.

“Siempre decimos que en nuestro trabajo estamos más cerca de la vida que de la muerte”, dijo Luis Fondebrider, cofundador y presidente durante mucho tiempo del grupo argentino, quien ahora trabaja como consultor. “La perseverancia de las familias es lo que nos da fuerza y energía”.

El trabajo de los equipos forenses también depende del hecho de que los regímenes autoritarios mantuvieron por lo general registros detallados de sus crímenes. Hagerty describe el trabajo en curso para digitalizar los Archivos Históricos de la Policía Nacional en Guatemala. Encontrados en 2005, los archivos contienen unas 80 millones de páginas de registros, muchas de ellas guardadas en carpetas etiquetadas como “asesinatos” y “secuestros”.

“Fue asombroso”, afirmó Hagerty, sobre comprender cuán deliberados pueden ser los sistemas detrás de la violencia sistémica. “Estos vastos y complicados planes vienen con financiamiento, decretos y políticas”.

Ese “momento electrizante” de ver el archivo, dijo Hagerty, se ha convertido en una parte central de su trabajo actual, que se centra en las implicaciones potenciales para los derechos humanos de las tecnologías biométricas y predictivas. Recientemente escribió en Wired sobre los riesgos de usar la tecnología de reconocimiento facial para identificar a los muertos en Ucrania.

“¿Qué hubiera pasado si la junta militar argentina hubiera tenido acceso a la tecnología de reconocimiento facial, o si en Guatemala hubieran tenido vigilancia biométrica más sofisticada?”, se preguntó Hagerty. “Creo que es una idea realmente inquietante y aterradora”.

Los crímenes de esos regímenes fueron lo suficientemente horribles. Un informe de Amnistía Internacional estima que hasta 45.000 personas desaparecieron en Guatemala durante sus 36 años de guerra civil. Más del 80 por ciento de las víctimas de abusos a los derechos humanos en ese tiempo provinieron de comunidades indígenas; el 93 por ciento de esos abusos se han atribuido al gobierno. En Argentina, unas 30.000 personas fueron desaparecidas entre 1974 y 1983.

Otros países de la región tienen historias similares. Estas van desde las madres de los desaparecidos en Argentina en las décadas de 1970 y 1980 que exigieron “aparición con vida” hasta el coro de “vivos se los llevaron, vivos los queremos” de los padres de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en México que fueron secuestrados y presuntamente asesinados en 2014.

A lo largo de Still Life with Bones, Hagerty examina el lenguaje que rodea la violencia política: su distorsión por parte de los regímenes autoritarios, pero también su uso poético para el duelo y la resistencia. Para ella, la aparente incapacidad para enfrentar la verdad en los eslóganes coreados por las familias de los desaparecidos (la mayoría sabe que es poco probable que aparezcan vivos) no es una negación sino una elección cargada de propósito, una “especie de koan que nos obliga a no aceptar, a no paralizarnos”

Sin embargo, intentar reparar o al menos identificar los errores del pasado es un trabajo laborioso y, a veces, infructuoso. Hagerty escribe que el equipo en Guatemala identificó a unas 3781 personas en 30 años, mientras que el grupo argentino recuperó alrededor de 1500 conjuntos de restos en el país en 40 años. Por todos los cuerpos que se encuentran, muchos más permanecerán ocultos.

“Tenemos que ser claros acerca de las expectativas”, dijo Fondebrider. “Esto no es magia. A veces puedes encontrar personas y otras veces no”.

Más que una simple exploración de la historia y la importancia de la ciencia forense en la lucha por los derechos humanos, Still Life with Bones captura el espíritu que impulsa la búsqueda, a menudo incansable y contra viento y marea, de la verdad. Hagerty se preocupa por la historia, pero también por las relaciones entre el dolor y la perseverancia, la ciencia y la espiritualidad y, en última instancia, por la necesidad de que todos estos coexistan.

“Tiene una forma de pensar muy filosófica”, opinó Fondebrider sobre Hagerty, colocándola junto a antropólogos como Sarah Wagner, Alan Rosenbluth y Francisco Ferrándiz, cuyo trabajo apunta hacia el significado esencial del campo al que ha dedicado su vida.

Still Life with Bones es, al final, un llamado, en palabras de Hagerty, a “trabajar como la gente ha trabajado antes que nosotros, con un cálculo de éxito poco alentador, sin garantías y que está sumido en una profunda incertidumbre”.

Desde las profundidades de un pozo industrial que fue utilizado como fosa común durante la dictadura argentina, Hagerty describe el proceso de cepillar y raspar la tierra con un traje protector, siendo meticuloso hasta con el más mínimo fragmento de hueso, avanzando centímetro a centímetro en lo que pareciera ser una tarea interminable. Pero el mes pasado, a 40 metros bajo tierra y tras 20 años de excavaciones, el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán, el pequeño equipo forense que excavaba el sitio, llegó al fondo del pozo. En total, recuperaron los restos de 149 personas.

Como escribe Hagerty en la introducción del libro: Cada hueso cuenta una vida. Cada persona perdida era un mundo.


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