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Los fenómenos de El Niño y La Niña, explicados

Si te mantienes informado sobre el clima —¿y quién no?— escucharás hablar sobre El Niño y La Niña de vez en cuando.

Por ejemplo, los pronosticadores del tiempo mencionarán cómo El Niño en desarrollo quizá genere un invierno más lluvioso o más seco. O dirán que La Niña se ha establecido y está causando una temporada de huracanes más activa.

No obstante, en ocasiones no se habla para nada de El Niño y La Niña.

El 8 de junio, científicos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE. UU. (NOAA, por su sigla en inglés) anunciaron que el fenómeno previsto de El Niño había llegado. Pronosticadores del Servicio Meteorológico Nacional de Estados Unidos indicaron que las condiciones de El Niño estaban presentes y se pronosticaba que se fortalecieran poco a poco a medida que se acerque diciembre, con lo que aumentarán las probabilidades de más calor en los próximos meses y el próximo año, en especial en el norte de Estados Unidos.

A continuación, una guía básica para ayudarte a entender de qué están o no están hablando.

Ambos son fenómenos climáticos intermitentes que se originan en el océano Pacífico ecuatorial, pero pueden tener efectos de amplio alcance en el clima de todo el mundo.

Los dos están relacionados: son las fases opuestas de lo que se llama El Niño Oscilación del Sur (ENOS). Por ello, nunca pueden ocurrir de manera simultánea. Además, hay muchas ocasiones en que ninguno de los dos ocurre.

ENOS describe la fluctuación de dos cosas en el Pacífico ecuatorial: la temperatura superficial del océano y la presión del aire sobre él.

El componente de la temperatura es muy sencillo y la mayoría de los reportes noticiosos se centran en él. Cuando las temperaturas de la superficie del mar superan el promedio por medio grado Celsius o más, se puede formar El Niño. Cuando las temperaturas están por debajo del promedio, se puede formar La Niña. Cuando las temperaturas están dentro o cerca del promedio (a lo que se le llama ENOS-neutral), ninguno se desarrolla.

La parte de la presión del aire es un poco más complicada. Se refiere a la diferencia en la presión del aire entre las partes oeste y este del Pacífico ecuatorial. Los científicos usan lecturas de Darwin, en la costa norcentral de Australia, y de Tahití, a más de 8000 kilómetros al este.

Cuando la presión es más baja de lo normal en Tahití y más alta de lo normal en Darwin, las condiciones favorecen la formación de El Niño. Cuando ocurre lo opuesto, se puede desarrollar La Niña.

Los dos componentes están fuertemente relacionados y las condiciones de ambos deben ser ideales para que El Niño o La Niña se formen. Por ejemplo, si las temperaturas de la superficie del mar favorecen a El Niño, pero las condiciones de la presión del aire no, El Niño no se formará.

Los científicos no saben con exactitud qué inicia el proceso. Sin embargo, de vez en cuando, las condiciones de la presión del aire cambian en el Pacífico ecuatorial, lo que afecta los vientos alisios, que por lo general soplan de este a oeste. Los vientos actúan en la superficie del agua, que se calienta con el sol, lo que la impulsa a moverse.

Si los vientos alisios se fortalecen, como ocurre durante La Niña, más agua tibia se mueve hacia el oeste. Y en el Pacífico este, las aguas profundas y frías se elevan para remplazarla.

Si los vientos alisios se debilitan, como sucede durante El Niño, menos agua se mueve hacia el oeste y las aguas del Pacífico central y este se calientan más de lo habitual.

Una enorme masa de agua cálida en el océano transfiere mucho calor a las partes altas de la atmósfera a través de la convección (aire cálido y húmedo que se eleva desde la superficie del mar y forma tormentas). A su vez, el calor afecta a la circulación atmosférica, tanto en la dirección norte-sur como en este-oeste.

La ubicación de toda esa convección es importante. En El Niño, ya que el agua cálida se mantiene en el Pacífico este, la convección ocurre ahí. En La Niña, el Pacífico este se mantiene más frío y la convección sucede mucho más lejos hacia el oeste.

Los cambios en la circulación atmosférica pueden provocar cambios en el clima en varias partes del mundo, lo que los meteorólogos llaman teleconexiones. Gran parte de esto está relacionado con la posición de la corriente en chorro o jet stream, los vientos de gran altitud que corren a través del planeta de oeste a este.

En El Niño, la corriente en chorro tiende a desplazarse hacia el sur. Eso puede generar condiciones de mayores precipitaciones y más frescas para la mayoría del sur de Estados Unidos, y condiciones más cálidas para partes del norte. En el resto del mundo, El Niño puede crear condiciones cálidas y secas en Asia, Australia y el subcontinente indio. Partes de África y Sudamérica también pueden verse afectadas.

En La Niña, la corriente en chorro cambia hacia el norte. Eso puede conducir a condiciones cálidas y secas en el sur de Estados Unidos, así como más frescas y húmedas en partes del norte, sobre todo en la costa Pacífico en el noroeste. Partes de Australia y Asia pueden estar más húmedas de lo normal.

La Niña también puede propiciar más huracanes en el Atlántico norte porque habitualmente hay menos variación en la velocidad y la dirección del viento, lo que puede afectar la estructura de las tormentas ciclónicas a medida que se forman.

Es importante precisar que estos son solo efectos típicos. El Niño y La Niña a veces no siguen los patrones esperados.

Además, la fuerza importa: por ejemplo, un fenómeno fuerte de El Niño (medido según cuán altas sean las temperaturas de la superficie del mar sobre el promedio normal) puede tener mayores efectos que uno débil.

Tanto El Niño como La Niña ocurren en promedio cada dos a siete años. El Niño se registra con mayor frecuencia que La Niña.

Pueden durar la mayor parte del año, aunque en ocasiones duran más. La Niña en ocasiones se “duplica” (ocurre una y termina conforme las temperaturas de la superficie del mar se elevan hasta condiciones ENOS-neutral y después una segunda se forma a medida que las temperaturas descienden de nuevo).

Inicialmente, El Niño fue bautizado por los pescadores sudamericanos durante el siglo XVII. Los pescadores notaron que había agua más cálida cerca de la costa de vez en cuando, habitualmente cerca de Navidad. De ahí viene El Niño, referido a el Niño Jesús que llega en Navidad.

La Niña vino después. Como es más o menos lo opuesto a El Niño, se convirtió en La Niña.

Los científicos no están seguros de cómo El Niño y La Niña podrían cambiar conforme el mundo continúa calentándose debido a las emisiones de gases de efecto invernadero. Algunas investigaciones indican que episodios excepcionalmente intensos ocurrirán con mayor frecuencia de lo que suceden ahora. Sin embargo, cómo esto podría afectar los patrones secos o húmedos en Estados Unidos y el resto del mundo, o si acaso podría hacerlo, es incierto.

Henry Fountain se especializa en la ciencia del cambio climático y sus efectos. Escribe sobre ciencia para el Times desde hace más de 20 años y ha viajado al Ártico y la Antártica.

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