Para Sonia Cortes, la batalla por Sunset Park comenzó con una sopa. Hace dos años, luego de que la pandemia acabara con su empleo de costurera, Cortes comenzó a vender pozole, un caldo mexicano, en el parque, una zona verde de más de 100.000 metros cuadrados en el suroeste de Brooklyn. En un buen domingo, Cortes podía ganar hasta 600 o 700 dólares, lo que le permitió pagar su renta, contó.
Para el otoño pasado, el mercado dominguero había crecido a más de 80 vendedores, la mayoría mujeres inmigrantes que ofrecían comida callejera y productos mexicanos a grandes multitudes los fines de semana. Lo llamaron Plaza Tonatiuh, en honor a un dios azteca del sol. Cada domingo había actividades para niños y presentaciones musicales, así como sesiones de educación política lideradas por los organizadores del mercado —quienes son integrantes de un grupo activista llamado Mexicanos Unidos— en los que se discutía Five Golden Rays de Mao Zedong o Los condenados de la tierra , del anticolonialista Frantz Fanon.
Pero el mes pasado, agentes de la policía y de seguridad de los parques fueron desplegados para clausurar el mercado, tras alegar quejas de la comunidad y el hecho de que la Plaza Tonatiuh no tenía un permiso. El domingo de Pascua, decenas de oficiales se enfrentaron de manera violenta con vendedores y organizadores, quienes cerraron filas para resistir la medida. Dos personas fueron detenidas.
Cortes contó que la policía había sido violenta y los había herido. Dijo, que los sacaron, a pesar que no estaban vendiendo nada ese día. Un portavoz de la policía declaró que la multitud había bloqueado sus esfuerzos por llegar a uno de los miembros de la Plaza Tonatiuh, y que alguien había golpeado a un oficial de parques.
Sin el mercado, Cortes afirmó que ahora tenía 2000 dólares en facturas que no podía pagar. En su opinión, el cierre del mercado puso a la ciudad en contra de algunos de sus residentes más vulnerables, quienes simplemente intentaban sobrevivir. Cortes afirmó que la medida les ha quitado el pan de sus mesas.
Samuel Sierra, quien ha visitado el parque durante cinco décadas, tiene una visión distinta del mercado. El verano pasado estaba distribuyendo panfletos para promover el voto a favor del Comité Demócrata del Condado, cuando tres de los organizadores de Plaza Tonatiuh le dijeron que tenía que irse.
“Fueron muy agresivos”, dijo Sierra. “Hay una sensación de que son dueños de la zona”. Sierra agregó que no estaba en contra de los vendedores. “Tienen derecho a prosperar”, afirmó. “Pero no deberían hacerlo a expensas de la comunidad”.
En una ciudad donde los recursos compartidos son escasos, ¿quién controla el espacio público? ¿Un mercado de 80 vendedores es una respuesta a las dificultades económicas? ¿O es una apropiación privada de un parque público?
El vecindario Sunset Park alberga grandes comunidades asiáticas y latinas de clase trabajadora, limita con Park Slope al norte y con Bay Ridge al sur. El desarrollo conocido como Industry City, a lo largo del borde occidental del vecindario, ha traído un flujo de dinero nuevo y tensiones relacionadas con la gentrificación. El parque reúne a todos los grupos de población, gracias a sus vastas extensiones de césped y vistas de la Estatua de la Libertad y el Bajo Manhattan.
Tras el enfrentamiento del domingo de Pascua, Alexa Avilés, quien representa a Sunset Park en el Concejo Municipal, convocó una reunión comunitaria la cual rápidamente se volvió conflictiva. Los vendedores y organizadores agitaron carteles que decían “Despenalicen a los vendedores ambulantes” y “Queremos a los policías fuera de nuestro parque”, y le exigieron a los funcionarios públicos que propusieran una solución. Dos niños pequeños comenzaron a describir el momento en el que estuvieron en el parque durante la redada policial, pero sus lágrimas les impidieron seguir.
Luego, tras una señal de Brian Garita, uno de los fundadores de Plaza Tonatiuh, los vendedores y organizadores se retiraron.
“Camaradas, dijimos lo que queríamos decir”, le dijo Garita al grupo afuera de la reunión. “Ya no habían más razones para que siguiéramos allí”.
Garita, de 26 años, ve a la Plaza Tonatiuh como un paso hacia un movimiento radical más amplio. Los críticos dicen que él es el problema, un intruso que tiene una agenda ideológica.
Garita, quien también es conocido como Leo, tiene una maestría en Administración Pública y Desarrollo Urbano y Sustentabilidad, y trabaja cuatro días a la semana como barista en Prospect Heights, Brooklyn. Aunque dijo que había crecido en Sunset Park, en la actualidad vive en Bensonhurst, Brooklyn. “Fui desplazado”, afirmó.
En el parque, es el tipo con el megáfono.
En la primavera de 2020, Garita trabajaba en una organización sin fines de lucro en el Bronx cuando el asesinato de una soldado mexicanoestadounidense llamada Vanessa Guillén en Fort Hood en Texas desencadenó manifestaciones en todo el país. A partir de estas acciones, Garita ayudó a fundar Mexicanos Unidos para conectar las protestas por el asesinato de Guillén con otros movimientos, como Black Lives Matter.
En marzo del año siguiente, Garita se centró en los vendedores de Sunset Park: los organizó en un mercado unificado y realizó sesiones de educación política.
“Hablamos sobre las cosas que suceden a nuestro alrededor, sobre los patrones del colonialismo, la gentrificación, el opresor y el oprimido”, afirmó Roy Baizan, uno de los organizadores, quien va al parque desde el Bronx.
Pero a medida que fue creciendo el mercado, los vecinos comenzaron a quejarse, contó Avilés. Muchos vendedores usaban llamas abiertas, las cuales están prohibidas en el parque, y dijo que los residentes alegaban que era difícil transitar por el mercado.
“Además, comenzamos a tener algunos vendedores que se sentían intimidados por las tácticas de los organizadores”, agregó. Algunos vendedores se quejaron de que tenían que pagar para ser parte de la Plaza Tonatiuh.
“Soy comprensiva”, dijo Avilés, una demócrata que pertenece a los Socialistas Democráticos de América. “Mi tía solía hacer ropa y la vendíamos en la calle. Pero este es un espacio público, y hubo tensiones reales con la apropiación del espacio público y su control. No puedes hacer eso”.
Benito Bravo, quien organiza espectáculos de danza folclórica infantil en el parque, contó que un organizador de la Plaza Tonatiuh le dijo el año pasado durante un espectáculo del Día de Muertos que tenía que irse.
“Me dijo: ‘Si no te vas, voy a tener que llamar a mi gente’”, afirmó Bravo. “Treinta personas se me acercaron y me dijeron: ‘Si no te vas, vas a tener problemas’. Me gritaban en la cara, y todos mis niños comenzaron a llorar”.
El año pasado, durante un enfrentamiento con agentes de seguridad de parques, Garita arrojó un plato de comida y fue acusado de agresión en segundo grado. El cargo fue desestimado este mes porque no se le dio un juicio rápido.
Garita aseguró que la Plaza Tonatiuh no le cobra a los vendedores por participar, pero todos debían ser aprobados para formar parte del mercado. No se disculpó por mantener a algunas personas fuera del mercado. Pero a pesar de su presencia elocuente dentro de la Plaza Tonatiuh, Garita no tiene autoridad sobre quién puede o no usar el parque.
“Las personas con las que hemos tenido problemas han sido personas oportunistas”, dijo Garita. “Personas que vienen a hacer campañas electorales, que vienen al parque y presionan campañas a favor de candidatos que nadie ha visto nunca. No apoyamos ese tipo de táctica electorera. Hemos tenido confrontaciones con las personas que vienen a promocionarse. Esto es algo colectivo, y tenemos que apoyar el todo antes que las partes”.
Los críticos de la Plaza Tonatiuh afirman que los organizadores están poniendo en riesgo a los vendedores —muchos de ellos inmigrantes indocumentados— al provocar enfrentamientos con las fuerzas del orden.
“Están utilizando a estos vendedores para argumentar un punto más amplio sobre la aplicación de la ley, sobre los procesos burocráticos, un montón de cosas”, dijo Andrew Gounardes, el senador estatal demócrata cuyo distrito incluye a Sunset Park. “Y los vendedores son los que quedan atrapados en el medio”.
Edwin Rodríguez, comisionado asistente en el Departamento de Parques y Recreación de la Ciudad de Nueva York, dijo que durante los últimos dos años, el acercamiento a los proveedores para divulgar el proceso de permisos ha sido recibido con agresividad, particularmente por parte de varios de los organizadores. “Desde la perspectiva de la aplicación de la ley”, dijo Rodríguez, “los vendedores han sido muy pacíficos, mientras que los organizadores no, y han desempeñado un papel notable en la agitación de la multitud”.
Los vendedores afirman que el proceso de permisos de la ciudad es demasiado complicado. La ciudad limitó la cantidad de permisos en la década de 1980, y ha tenido muy poco crecimiento desde entonces, dijo Mohamed Attia, director general del Proyecto de Vendedores Ambulantes en el Centro de Justicia Urbana, por lo que la mayoría de los aproximadamente 20.000 vendedores de la ciudad operan sin los permisos o licencias requeridos. Desde la pandemia, afirmó, la cantidad de vendedores se ha disparado, al igual que la cantidad de multas emitidas, que pueden conllevar hasta un pago de 1000 dólares.
Un domingo reciente, unas pocas decenas de vendedores y organizadores se reunieron en un edificio industrial cerca de Sunset Park para organizar una versión privada de la Plaza Tonatiuh, con actividades para niños y comida. Un DJ puso música latina y pop, los vendedores ofrecieron comida y camisetas, y una mujer impartió un taller de preparación de té. Sin las multitudes del parque —o la exposición a la policía— la reunión fue más social que económica.
Blanca Nicolás y su hija, Ariana García, prepararon elotes —mazorcas de maíz untadas con jugo de limón y mayonesa y luego espolvoreadas con chile rojo y queso— para vendérselos a otros vendedores y organizadores.
Nicolás dijo que apreciaba la agenda política de los organizadores y afirmó que el proceso hacía que aprendieran más sobre lo que podían hacer. Además, dijo que vender en el mercado había hecho que su hijo de 12 años fuera más extrovertido.
Avilés, la representante del Concejo Municipal, dijo que estaba buscando otros lugares para la Plaza Tonatiuh, quizás una calle cerrada, o varios mercados más pequeños en diferentes lugares del vecindario.
Garita dijo que también estaba buscando otros lugares. Pero, mientras tanto, estaba trabajando con abogados para ampliar el proyecto e incluir una cooperativa de trabajadores y luego una cooperativa de ahorro y crédito especializada, conocida como tanda. “Incluso esperamos ver si podemos presentar un candidato en Sunset Park en el futuro”, dijo.
Cortes, con sus 2000 dólares en facturas por pagar, intenta seguir siendo optimista. Durante dos años, tanto ella como los otros vendedores lograron sobrevivir a la conmoción causada por la pandemia. Ahora, si volvían al mercado que los había sustentado, corrían el riesgo de ser arrestados o confrontados. Sin embargo, necesitan los ingresos para seguir adelante.
“Vamos a volver a vender”, dijo. “Si Dios quiere”.
Jo Corona y Lexi Parra colaboraron en este reportaje.
John Leland, reportero de la sección Metro, se unió a el Times en 2000. Su libro más reciente es Happiness Is a Choice You Make: Lessons From a Year Among the Oldest Old, basado en una serie de artículos del Times.