Alrededor de la piscina abandonada se ven cristales rotos, bancas deterioradas, azulejos despedazados y un colchón sucio. La policía local identificó este espacio solitario como uno de los lugares en los que, aseguran, dos niñas fueron violadas varias veces por un grupo de chicos de su misma edad, todos residentes del poblado italiano de Caivano, a las afueras de Nápoles.
Aunque las violaciones de las dos niñas, primas de solo 10 y 12 años, ocurrieron hace varios meses, capturaron la atención nacional la semana pasada después de que un medio noticioso local divulgó la noticia y puso de nuevo bajo los reflectores el tema de la violencia contra las mujeres y las niñas en Italia.
Esos ataques son solo un ejemplo de una serie de delitos terribles que se han visto en las noticias este verano. Hace unas semanas, la atención se centró en un grupo de siete jóvenes varones, entre ellos uno de 17 años, a quienes se investiga por la violación de una mujer de 19 años en Palermo. Antes, circularon noticias sobre mujeres apuñaladas, envenenadas o heridas por balazos por parte de sus parejas u otros conocidos.
Estos casos han abierto debates en Italia acerca de las áreas abandonadas, las actitudes machistas que a menudo se adoptan hacia las mujeres y el peligroso papel amplificador de las redes sociales. También han expuesto divisiones profundas en cuanto a la persistencia del problema de la violencia contra las mujeres y cómo solucionarlo.
El jueves 31 de agosto, Caivano recibió a la primera ministra Giorgia Meloni, en la que casi con seguridad es la primera visita de alguien en ese puesto al pueblo de clase trabajadora de 37.800 habitantes, donde se ve a personas adictas a la heroína inyectarse a plena luz del día. Meloni, la primera mujer que ha ocupado el cargo en Italia, y la primera de extrema derecha, no abordó ninguno de los numerosos temas sobre las mujeres, sino que prefirió concentrarse en la ley y el orden y se refirió a los delitos como sucesos “brutales”.
“Este territorio se limpiará y pronto verán los resultados de nuestra presencia aquí”, dijo, con respecto a los problemas de “ilegalidad y drogas”. Se comprometió a reabrir el centro deportivo, construir una nueva biblioteca multimedia y enviar más maestros a las escuelas de Caivano.
“No es posible que haya zonas sin Estado en Italia”, afirmó en un discurso pronunciado en el patio de la escuela local. “Y les digo esto a los muchos Caivanos de Italia”.
Un día antes de la visita de Meloni, decenas de agentes de la policía vigilaban las esquinas y los parques, donde la maleza crecía hasta el nivel de las rodillas. A raíz de la violencia, las autoridades de la localidad dijeron que enviarían más agentes a patrullar la zona.
“No necesitamos más policías”, dijo un residente mayor, Antonio, quien no quiso dar su nombre completo por temor a ser condenado al ostracismo en su barrio. “Necesitamos más tiempo en la escuela, más trabajadores sociales y más psicólogos para ayudar a los niños de familias que no pueden hacerse cargo de ellos”.
Las dos primas pequeñas crecieron en viviendas públicas en el distrito Rione IACP, en familias con dificultades, según la descripción de varios vecinos. Un tribunal juvenil decidió trasladarlas a un hogar de acogida. Su caso se encuentra en investigación y todavía no se presentan cargos.
“Ahora que las niñas están seguras con las autoridades competentes, necesitamos pensar en los demás niños que viven aquí”, dijo Bruno Mazza, presidente de Un’infanzia da vivere, una organización que ofrece las únicas actividades disponibles por las tardes para los niños en ese vecindario. “No podemos sacar a todos; debemos comenzar desde aquí y hacerlo ahora”.
Algunos grupos defensores de la mujer aseguraron que no es que los casos de violencia contra las mujeres y las niñas vayan en aumento necesariamente, sino que reciben más atención sensacionalista durante los meses de verano, cuando los ciclos de noticias son lentos.
Algunos expertos dijeron que las estadísticas en Italia, donde el 27 por ciento de las mujeres afirman haber experimentado violencia, son en general similares a las de otros países europeos.
“Se trata de casos que resuenan, pero, por desgracia, no es nada nuevo”, dijo Antonella Veltri, presidenta de la red de Donne in Rete contro la violenza, que opera refugios en todo el país. “Es un fenómeno cultural, muy arraigado en una sociedad plagada de machismo por décadas”.
“Ahora está dando un nuevo giro, incluso más atroz, con las redes sociales, que funcionan como un megáfono”, explicó.
Veltri se refería a la sensación creada por otro caso reciente de violaciones cometidas por un grupo de jóvenes en Palermo, que todavía se encuentra en investigación. Este verano, siete jóvenes conocieron a una mujer de 19 años en un club del centro. Según la policía, convencieron al barman de servirle varias bebidas, la invitaron a fumar marihuana y, luego, la llevaron a un almacén aislado, donde la violaron, la golpearon y grabaron el ataque.
En una parte del video de seguridad que apareció en los medios noticiosos, se ve a los jóvenes cargándola por las calles, debido a que apenas podía caminar. En otra toma, se ve que la dejan en el suelo mientras van a una tienda de charcutería cercana.
Algunos periódicos italianos publicaron supuestos extractos filtrados de mensajes y conversaciones de WhatsApp de los jóvenes. En uno de ellos, se refirieron a esa noche como “100 gatos encima de una perra”. En una conversación intervenida, se informó que uno de los violadores expresó repulsión porque había “demasiados” sobre ella, pero dijo como justificación: “La carne es la carne”.
Tiempo después, los nombres de los acusados en el caso se hicieron públicos, así como sus direcciones, y sus cuentas de redes sociales se llenaron de insultos. Pero lo mismo pasó con la cuenta de Instagram de la mujer. En una entrevista para un periódico italiano, la mujer dijo tener pensamientos suicidas. Más tarde, las autoridades decidieron llevarla a un refugio.
Cientos de celebridades, así como italianos de a pie, expresaron su apoyo a la mujer con la etiqueta “No soy carne”. El padre de una niña violada en 2020 en Roma escribió una carta al diario La Repubblica en la que describía el “calvario de la dignidad quebrantada”.
Su hija tenía entonces 16 años y, según su testimonio, seguía teniendo pensamientos suicidas. “Una violación es un intrincado rompecabezas de traiciones”, escribió. “Las traiciones de quienes te utilizan como un objeto, y de quienes ven en ti, la víctima que decidió denunciarlo a la policía para proteger a todos, una molestia de la que deshacerse, exactamente como si solo fueras un recipiente desechable para eyaculaciones animales”.
Según un informe reciente del instituto de estadística del país, ISTAT, todavía persiste la idea generalizada en Italia de que las mujeres violadas tienen de algún modo la culpa, al haber propiciado la agresión.
Esa actitud se hizo evidente la semana pasada en Andrea Giambruno, conductor de televisión en un canal comercial nacional, quien además es pareja de Meloni y padre de su hija.
Afirmó que tenían todo el derecho a divertirse y hasta emborracharse, pero si las mujeres no se emborracharan, quizá evitarían “que las encontrara el lobo”.
Este comentario provocó revuelo entre los políticos de izquierda y varios activistas. En su defensa, Giambruno les recordó a sus críticos, con cierta antipatía, que en la misma transmisión había dicho que los violadores eran unas “bestias” y calificado sus actos de “abominables”.
Meloni no ha hecho ninguna declaración pública acerca de esos comentarios.
La idea de que las acciones o la ropa de las mujeres pueden provocar violencia ha permeado incluso los tribunales en Italia, donde en muchas ocasiones todavía no se hace ninguna diferencia entre la sexualidad y la violencia sexual.
Este año, un tribunal de Florencia exoneró a dos varones de 19 años acusados de violar a una joven de 18 años en una fiesta, pues determinó que había existido una “percepción equivocada de consentimiento”, ya que la chica había tenido relaciones con uno de ellos en el pasado.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos y las autoridades de las Naciones Unidas con frecuencia han condenado a los tribunales italianos por el uso de lenguaje ofensivo en las decisiones de casos de violación: en una de ellas, que exoneró al acusado, se dijo que estaba “fogoso” y a otra víctima se le calificó de “desinhibida”.
Este trato hace que las mujeres no quieran presentar denuncias, explicó Ilaria Boiano, abogada de la asociación para mujeres Differenza Donna, que opera el número nacional de emergencia para las víctimas de violencia.
“Por desgracia, los casos más recientes son solo la punta del iceberg”, se lamentó. “Muchas mujeres ni siquiera hacen la denuncia”.