Hace más de una década, el presidente Joe Biden se adelantó de manera memorable a Barack Obama en cuanto al apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo, pero en un evento para recaudar fondos en junio, cerca de San Francisco, no pudo recordar las letras LGBTQ.
Aunque el Partido Demócrata ha hecho que la lucha por el derecho al aborto sea central en su mensaje político, Biden se declaró como “no muy partidario del aborto” la semana pasada.
En un momento en el que los partidos políticos estadounidenses intercambian disparos feroces desde las trincheras de una guerra por las políticas sociales y culturales, el mandatario se mantiene al margen.
Biden, un hombre blanco de 80 años que no está muy actualizado con el lenguaje de la izquierda, ha evitado en gran medida involucrarse en las batallas contemporáneas sobre el género, el aborto y otros temas sociales muy controvertidos, incluso cuando hace cosas como albergar lo que llamó “la celebración más grande del Mes del Orgullo jamás organizada en la Casa Blanca”.
Los republicanos han tratado de empujarlo hacia esa batalla, pero parecen reconocer la dificultad: cuando los candidatos presidenciales del Partido Republicano prometen ponerle fin a lo que califican burlonamente como la cultura “woke”, a menudo apuntan sus dardos no directamente a Biden sino a las grandes corporaciones como Disney y BlackRock o al enorme “Estado administrativo” del gobierno federal. Los estrategas republicanos afirman que la mayor parte del mensaje de su partido sobre el aborto y las personas transgénero está dirigido a los votantes de las primarias, mientras que en las elecciones presidenciales se considera que Biden es mucho más vulnerable en temas relacionados con la economía, el crimen y la inmigración.
La protección de Biden contra los ataques culturales podría parecer improbable para un presidente que ha defendido firmemente los derechos de la comunidad LGBTQ, y que es el líder de un partido que saca ventaja de la ola de políticas sobre el aborto y un hombre que le debe su presidencia al apoyo inquebrantable de los votantes negros de las primarias demócratas.
A pesar de que a lo largo de los años ha adoptado posiciones que impulsaron a los demócratas —y luego al país— a adoptar actitudes más liberales en temas sociales, Biden se ha mantenido algo distante de los elementos de su partido que podrían plantearle problemas políticos. En junio, la Casa Blanca declaró que le había prohibido la entrada a una activista transgénero que había mostrado su pecho desnudo en su evento del Mes del Orgullo.
“Todo el mundo quiere hablar de la edad que tiene Joe Biden, pero la verdad es que es su edad y su experiencia lo que le permite ser quien es y le permite decir las cosas y ayudar a las personas de una manera que nadie más puede”, afirmó Henry R. Muñoz III, exdirector de finanzas del Comité Nacional Demócrata. En 2017, en la boda de Muñoz, que es gay, Biden fue el oficiante de la ceremonia.
Gran parte de la lealtad hacia Biden por parte de los demócratas de la comunidad LGBTQ proviene de su respaldo en 2012 a los matrimonios entre personas del mismo sexo, cuando Obama todavía se oponía oficialmente a eso. La posición de Biden se consideró políticamente arriesgada en ese momento, antes de que la Corte Suprema reconociera en 2015 el derecho de las parejas del mismo sexo a casarse, pero se ha convertido en algo de lo que se jactó durante su campaña de 2020.
Biden también ha estado a la vanguardia en el reconocimiento de los derechos de las personas transgénero. En su primera semana en el cargo puso fin a la medida de la era de Donald Trump de prohibir la presencia de soldados transgénero en el Ejército. En diciembre, promulgó protecciones federales para los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Al mismo tiempo, Biden no ha adoptado la terminología de los activistas progresistas ni se ha dejado involucrar en debates públicos que podrían dejarlo fuera de la corriente política tradicional. El jueves, después del importante fallo de la Corte Suprema que puso fin a la acción afirmativa en las admisiones universitarias, una periodista le preguntó: “¿Esta es una corte rebelde?”
Tras una breve pausa para pensar, Biden respondió: “Esta no es una corte normal”.
Biden tampoco recuerda las palabras que la mayoría de los políticos estadounidenses utilizan para describir a la comunidad LGBTQ. En el evento de recaudación de fondos cerca de San Francisco el mes pasado, Biden lamentó la decisión de la Corte Suprema que el año pasado puso fin al derecho nacional al aborto y sugirió que ahora el objetivo de la corte serían los derechos de la comunidad gay.
Parafraseando a dos de los jueces conservadores, Biden afirmó: “No hay ningún derecho constitucional en las leyes para H, B… disculpen, para los gays, lesbianas, ya saben, para todo, todo el grupo. No hay protección constitucional”.
Durante una parada en la Feria Estatal de Iowa durante su campaña de 2020, un agitador conservador que seguía a los candidatos presidenciales demócratas le preguntó a Biden: “¿Cuántos géneros existen?”.
Biden respondió: “Hay al menos tres. No intentes jugar conmigo, chico”.
Luego, tal vez sin darse cuenta de que su inquisidor era un activista de derecha, Biden agregó: “Por cierto, el primero en declararse a favor del matrimonio fui yo”.
Sarah McBride, una senadora del estado de Delaware que recientemente comenzó una campaña para convertirse en el primer miembro transgénero del Congreso, afirmó que el lenguaje de Biden le había permitido solidificar a los demócratas en una agenda social progresista y “llegar a comunidades y grupos demográficos que aún no están completamente en la coalición”.
“No se deja atrapar por una retórica que no sea comprensible para un votante intermedio”, afirmó McBride.
McBride también señaló que la edad de Biden es útil para defender los argumentos de los demócratas sobre temas sociales sin alienar a los votantes escépticos.
“Su experiencia le permite decir cosas que creo que se escucharían como más radicales si las dijera un político más joven”, afirmó McBride.
Como la mayoría de los estadounidenses han aceptado el matrimonio entre personas del mismo sexo, los conservadores sociales han hecho de la oposición a los derechos de las personas transgénero un pilar de su política. Además, los republicanos que se postulan para remplazar a Biden tienden a centrarse en animar a los votantes de las primarias republicanas en vez de intentar convertir al presidente en un villano.
“Es difícil retratar a un hombre blanco de 80 años como un férreo guerrero concienciado”, dijo Whit Ayres, encuestador de los candidatos republicanos desde hace mucho tiempo.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, es quizás el principal proveedor del mensaje antiprogresista de los republicanos, lanzando improperios tanto en internet como en discursos. El último viernes de julio, su campaña incluso tachó a Trump de ser demasiado liberal en temas LGBTQ en un video controversial publicado en Twitter.
En un mitin celebrado en junio en Tulsa, Oklahoma, DeSantis describió cómo se le acercaban veteranos militares que no querían que sus hijos y nietos se alistaran en las fuerzas armadas debido a los cambios políticos liberales instituidos por los demócratas, aunque el gobernador culpó a Obama tanto como a Biden.
“Un ejército progre no será un ejército fuerte”, dijo DeSantis. “Hay que eliminar la politización. Y, en el primer día, arrancaremos todas las políticas de Obama-Biden para volver progre a las fuerzas armadas”.
Biden nunca se ha presentado como un guerrero cultural de izquierda. Católico, hace mucho tiempo ha sido cauteloso con lanzarse de cabeza a las disputas por el derecho al aborto. Incluso cuando su campaña y su partido se preparan para hacer de su apuesta a la reelección un referendo sobre los esfuerzos republicanos para restringir aún más el aborto, Biden proclamó ante una multitud de donantes en los suburbios de Washington que él mismo no estaba muy ansioso por hacerlo.
“¿Saben?, soy católico practicante”, dijo Biden la semana pasada. “No soy muy partidario del aborto. Pero ¿saben qué? Roe contra Wade estaba en lo correcto”.
Durante mucho tiempo esa postura ha causado cierta consternación entre los demócratas. Hubo que esperar hasta junio de 2019, semanas después de comenzar su campaña de 2020 y bajo la inmensa presión de los aliados de su partido, para que Biden renunciara a su apoyo de larga data a la prohibición de la financiación federal de los abortos.
Renee Bracey Sherman, fundadora de We Testify, un grupo que comparte historias de mujeres que han abortado, dijo que Biden tendría que adoptar una posición más enérgica a favor del derecho al aborto para animar a los votantes liberales en 2024. Sugirió que, de la misma manera que Biden recibe a equipos deportivos de campeonato en la Casa Blanca, debería invitar a mujeres que han abortado para vayan y cuenten sus historias.
“Las elecciones de mitad de mandato muestran que los estadounidenses están con el aborto”, dijo Bracey Sherman. “El aborto tiene un índice de aprobación más alto que él. Debería subirse a la ola del aborto”.
Kristi Eaton colaboró con reportería desde Tulsa, Oklahoma.
Reid J. Epstein cubre campañas y elecciones desde Washington. Antes de unirse al Times en 2019, trabajó en The Wall Street Journal, Politico, Newsday y The Milwaukee Journal Sentinel.