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China mira hacia México para satisfacer al mercado de EE. UU.

Bill Chan nunca había puesto un pie en México, y mucho menos en la solitaria franja desértica del norte del país donde apruptamente decidió construir una fábrica de 300 millones de dólares. Pero eso le parecía un detalle insignificante, en medio de la presión para adaptarse a una economía global que cambia con rapidez.

Era enero de 2022 y la empresa de Chan, Man Wah Furniture Manufacturing, enfrentaba grandes dificultades al trasladar los sofás de sus fábricas en China a los clientes en Estados Unidos. Los precios de envío se habían disparado. Washington y Pekín estaban enfrascados en una feroz guerra comercial.

Man Wah, una de las empresas de muebles más grandes de China, estaba ansiosa por fabricar sus productos en el lado norteamericano del Pacífico.

“Nuestro principal mercado es Estados Unidos”, dijo Chan, director ejecutivo de la subsidiaria mexicana de Man Wah. “No queremos perder ese mercado”.

Ese mismo objetivo explica por qué decenas de importantes empresas chinas están invirtiendo agresivamente en México, aprovechando un acuerdo comercial expansivo con América del Norte. Siguiendo un camino forjado por las empresas japonesas y surcoreanas, las firmas chinas están estableciendo fábricas que les permiten etiquetar sus productos como “Hecho en México”, y luego los transportan en camiones libres de impuestos a Estados Unidos.

El interés de los fabricantes chinos en México forma parte de una tendencia más amplia conocida como nearshoring o deslocalización cercana. Las empresas internacionales están acercando la producción a los clientes para limitar su vulnerabilidad a los problemas de transporte y las tensiones geopolíticas.

La participación de las empresas chinas en este cambio muestra la suposición cada vez más profunda de que la brecha que divide a Estados Unidos y China será una característica duradera de la próxima fase de la globalización. Sin embargo, también revela algo fundamental: más allá de las tensiones políticas, las fuerzas comerciales que unen a Estados Unidos y China son aún más poderosas.

Las empresas chinas no tienen intención de abandonar la economía estadounidense, que sigue siendo la más grande del mundo. En cambio, están estableciendo operaciones dentro del bloque comercial de América del Norte como una forma de suministrar bienes a los estadounidenses, desde productos electrónicos hasta ropa y muebles.

El estado fronterizo mexicano de Nuevo León se ha posicionado para cosechar las recompensas de esa tendencia. Dirigido por un impetuoso gobernador de 35 años, Samuel García, el estado ha cortejado la inversión extranjera mientras busca mejorar las carreteras para facilitar el paso a los cruces fronterizos.

García asistió recientemente al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, para reclutar más empresas.

“Nuevo León está teniendo un alineamiento planetario geopolítico”, declaró el gobernador durante una entrevista en la capital del estado de Monterrey, dentro del palacio de gobierno, un laberinto de grandes habitaciones con techos altos y balcones que miran hacia los picos irregulares de la Sierra Madre. “Estamos recibiendo muchos asiáticos que quieren venir al mercado estadounidense”.

Desde que García asumió el cargo en octubre de 2021, se han invertido casi 7000 millones de dólares en inversiones extranjeras en Nuevo León, lo que convierte a ese estado en el mayor receptor después de Ciudad de México, según la Secretaría de Economía de México.

En 2021, las empresas chinas fueron responsables del 30 por ciento de la inversión extranjera en Nuevo León, solo superadas por Estados Unidos con el 47 por ciento.

Parte de este dinero está financiando fábricas que harán productos terminados para la venta en Estados Unidos. Pero buena parte de esas operaciones se centran en una remodelación más amplia de la cadena de suministro global.

A medida que la pandemia interrumpió la industria china y colapsó los puertos, las empresas con fábricas en Estados Unidos sufrieron escasez de piezas manufacturadas en Asia. Ahora muchas compañías exigen que sus proveedores establezcan plantas en América del Norte o corren el riesgo de perder su negocio.

Lizhong, un fabricante chino de rines para automóviles, está construyendo la primera fábrica de la compañía fuera de Asia en un parque industrial en Nuevo León. Los principales clientes de Lizhong, incluidos Ford y General Motors, presionaron a la empresa para que abriera una fábrica en América del Norte, según Wang Bing, su gerente general para México.

Una empresa de Corea del Sur, DY Power, que fabrica componentes para equipos de construcción, está considerando el norte de México para instalar una fábrica cerca de un importante cliente en Texas.

“Después de pasar por la pandemia y la crisis de la cadena de suministro debido al cierre de China por la covid, a muchos fabricantes norteamericanos les gustaría eliminar el riesgo”, dijo Sean Seo, ejecutivo de DY Power con sede en Seattle.

“La globalización ha terminado”, declaró. “Ahora se habla de local-ización”.

César Santos ha hecho una apuesta sustancial respecto a que esos pronunciamientos resulten ciertos.

Santos, un abogado corporativo de 65 años, dirige una empresa secundaria como desarrollador en Monterrey, una ciudad industrial en auge llena de restaurantes de lujo, centros comerciales resplandecientes y spas.

Hace una década, se le acercó un desarrollador en Los Ángeles que representaba a una empresa electrónica china que estaba contemplando construir una fábrica en México. Santos controlaba un activo de gran interés: una parcela de 849 hectáreas.

Salpicada de cactus, la propiedad se encontraba a menos de 241 kilómetros de la frontera con Texas. Mientras los estados vecinos luchaban con la violencia vinculada al narcotráfico, Nuevo León tenía una reputación de seguridad. El estado contaba con una fuerza laboral altamente calificada, dada la presencia de universidades que producían en masa graduados de ingeniería, entre ellas el Tec de Monterrey, a menudo denominado “el MIT de México”.

La tierra había sido el rancho ganadero de su familia cuando Santos era un niño, el escenario de aventuras a caballo. Ahora ve una oportunidad lucrativa para convertirlo en un parque industrial.

Hizo un viaje a China, en un tren de alta velocidad desde Shanghái hasta la ciudad de Hangzhou, frente a un lago, para reunirse con Holley Group, que había construido un parque industrial para empresas chinas en Tailandia.

“China era un país que había desarrollado todo muy rápido”, dijo Santos. “Estaba realmente asombrado”.

Para 2015, se unió a Holley y otro socio chino para forjar una empresa conjunta, Hofusan Real Estate. Planean una red de almacenes y fábricas frente a un hotel y apartamentos temporales para gerentes visitantes, además de más de 12.000 hogares para trabajadores.

El Grupo Holley envió a Jiang Xin para supervisar la empresa. Antes había trabajado en el proyecto de esa empresa en Tailandia. Pero México representaba una propuesta diferente.

“Las empresas chinas no tenían idea de México, y las únicas cosas que sabíamos eran cosas malas, cosas peligrosas”, dijo Jiang. “Luego vino Trump”.

Cuando asumió la presidencia en 2017, Donald Trump exigió que las empresas estadounidenses abandonaran China. Para 2018, estaba aplicando fuertes aranceles a cientos de miles de millones de dólares en importaciones chinas.

“Lo de los aranceles nos ayudó”, dijo Jiang. “Las empresas chinas querían más opciones. Y nosotros somos una de sus opciones”.

Cuando Chan comenzó a contemplar la posibilidad de operar en México en el otoño de 2021, otras 27 empresas chinas ya habían asegurado terrenos dentro del parque Hofusan. Solo quedaba un predio grande.

Man Wah ya había respondido a los aranceles construyendo una fábrica en Vietnam y usándola con el fin de manufacturar productos para el mercado estadounidense. Pero el precio altísimo de los envíos empobreció esa estrategia.

Cada mes, Man Wah estaba moviendo 3500 contenedores de 12 metros a través del Pacífico desde Vietnam. De repente, los viajes que costaban 2000 dólares se incrementaron 10 veces más.

Chan usó la plataforma de redes sociales china, WeChat, para conectarse con Jiang. Sus preguntas eran contundentes. ¿Qué tan pronto podría Man Wah comenzar la construcción? (Inmediatamente). ¿Cómo estaban las carreteras? (No eran excelentes, pero estaban mejorando). ¿Había algún restaurante chino auténtico en los alrededores? (No).

En cuestión de semanas, Man Wah se comprometió a comprar el terreno. En enero de 2022, Chan firmó el contrato antes de abordar un vuelo a México, dejando atrás a su esposa y sus dos hijos en la ciudad china de Shenzhen.

Mientras se construye la nueva fábrica, Man Wah ya ha comenzado a producir sofás en una pequeña planta cercana que alquilaron.

Incluso antes de ubicar el sitio temporal, Chan cargó 70 contenedores llenos de maquinaria y materias primas en China y los puso en un barco con destino a México.

“Siempre hacemos las cosas rápido”, dijo. “No te preocupes por nada, solo hazlo”.

Man Wah se preocupa por algunas cosas: contratar suficientes trabajadores y cultivar proveedores locales.

La empresa tiene planes de fabricar cerca de 900.000 piezas de mueblería al año en México. Eso requerirá contratar y retener a 6000 trabajadores.

Man Wah está acostumbrado a operar en China y Vietnam, donde los sindicatos independientes están básicamente prohibidos y la gente de las zonas rurales acude a las zonas industriales en busca de trabajo.

En Nuevo León, la tasa de desempleo es de 3,6 por ciento. El aumento de la inversión ha desencadenado una feroz competencia por los trabajadores.

Las empresas astutas han cortejado a sus empleados con extras como comidas de calidad y transporte al trabajo. Pero Man Wah y otras empresas chinas responden a los jefes en China, que están condicionados hacia el ahorro mientras piensan en los trabajadores como fácilmente remplazables.

Encontrar proveedores locales también es un desafío. Según los términos del acuerdo comercial de América del Norte, los fabricantes deben emplear porcentajes mínimos de piezas y materias primas de la región para calificar para el acceso libre de impuestos a los demás países del bloque.

Hace tres años, Lenovo, el fabricante chino de computadoras, abrió una nueva fábrica en Monterrey dedicada a fabricar servidores, los dispositivos que almacenan datos para la computación en la nube.

Hasta el año pasado, Lenovo traía un componente crucial, las llamadas placas base, desde una fábrica en China. Pero a medida que se intensificaron los problemas de transporte internacional, la empresa cambió a un proveedor en la ciudad mexicana de Guadalajara.

Lenovo también dejó de importar materiales de embalaje de China y, en cambio, los compra en México.

Pero continúa importando muchos componentes clave de China, desde dispositivos de memoria hasta cables especializados.

“No existe una cadena de suministro para estas cosas en México”, dijo Leandro Sardela, director de operaciones occidentales de la empresa.

Peter S. Goodman es corresponsal de economía mundial, con sede en Nueva York. Antes fue corresponsal de economía mundial con sede en Londres y corresponsal económico nacional en Nueva York durante la Gran Recesión. También trabajó en The Washington Post como jefe de la oficina de Shanghái. @petersgoodman

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