Vimos esta estrategia en lugares como Nueva Zelanda y Taiwán, que al comienzo de la pandemia impusieron reglas estrictas que mantuvieron los casos y las muertes en niveles muy bajos y luego, cuando sus poblaciones alcanzaron la vacunación generalizada, flexibilizaron las reglas. Incluso con las vacunas, la apertura derivó en un aumento pronunciado de casos y muertes, pero no tan grave como habría ocurrido si estos lugares se hubieran abierto antes, por lo que el total de muertes per cápita ha sido mucho más bajo que en Estados Unidos.
Pero los líderes de China parecen haber creído que los confinamientos podrían acabar con el coronavirus permanentemente, y han estado actuando como si todavía creyeran eso, incluso cuando hay una cantidad abrumadora de evidencia que prueba lo contrario.
Al mismo tiempo, China fracasó en diseñar un plan B. Muchos chinos de edad avanzada —el grupo más vulnerable— aún no tienen su esquema completo de vacunación. China también se ha rehusado a utilizar vacunas fabricadas en el extranjero, a pesar de que las vacunas creadas en el país, que no usan tecnología de ARNm, son menos efectivas que las que están recibiendo en el resto del mundo.
Todo esto deja al régimen de Xi Jinping en una trampa creada por él mismo. Está claro que la política de cero covid es insostenible, pero eliminarla significaría admitir el error, algo que no les resulta fácil a los autócratas. Además, relajar las reglas significaría un aumento importante en los casos y muertes.
No solo muchos de los chinos más vulnerables no se han vacunado o han recibido vacunas de menor eficacia sino que, como se ha buscado erradicar el coronavirus, pocas personas tienen inmunidad natural. También el país tiene muy pocas camas de cuidados intensivos, lo que hace que China no tenga la capacidad de lidiar con una ola de covid.
Es una pesadilla, y nadie sabe cómo terminará. Pero ¿qué es lo que el resto de nosotros podemos aprender de China?
Lo primero es que la autocracia no es, en realidad, superior a la democracia. Los autócratas pueden actuar con rapidez y decisión, pero también pueden cometer grandes errores porque nadie puede decirles que se equivocan. En un nivel básico, existe una semejanza clara entre la negativa de Xi a rectificar su política de cero covid y el desastre de Vladimir Putin en Ucrania.
Paul Krugman ha sido columnista de Opinión desde 2000 y también es profesor distinguido en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Ganó el Premio Nobel de Ciencias Económicas en 2008 por su trabajo sobre comercio internacional y geografía económica. @PaulKrugman