BUENOS AIRES — Alan García comienza cada día de trabajo en un taburete de plástico agrietado, encorvado sobre un pequeño espejo de tocador, maquillándose para aclarar su piel.
Se dibuja las patillas. Se dibuja una hendidura en la barbilla. Y se pellizca y levanta la nariz con una fina tira de cinta adhesiva. Después de casi tres horas, su nuevo rostro es reconocible al instante: Michael Jackson.
Después, García camina penosamente al trabajo.
Con una maleta llena de fedoras, una chaqueta de lentejuelas y un guante deslumbrante, sube a un tren de cercanías desde su barrio obrero hasta el centro de Buenos Aires, un viaje de dos horas.
Cinco días a la semana, baila a cambio de propinas en un concurrido cruce peatonal: la misma coreografía con las mismas tres canciones. “Smooth Criminal”. “Thriller”. “Billie Jean”. Y otra vez. En un buen día, se lleva a casa 3000 pesos, unos 10 dólares.
En otro lugar de la capital argentina, Leo Blanco ensaya con cuatro bailarines de apoyo su espectáculo de imitación de Michael Jackson. El show, de media hora de duración, cuenta con luces, humo, ocho canciones, cinco cambios de vestuario y un par de zapatos trucados que le permiten inclinar su cuerpo 45 grados para la “inclinación antigravitatoria” de Jackson. Blanco actúa para bodas, quinceañeras y eventos corporativos por 80.000 a 100.000 pesos, es decir, entre 280 y 350 dólares.
Otra persona suele maquillar a Blanco, pero él no necesita mucho. Se ha sometido a 13 cirugías para acercar su apariencia a la de su ídolo. Se ha tatuado las patillas y las cejas, se ha construido una nueva barbilla de silicona y ya va por la séptima operación de nariz.
García, de 33 años, y Blanco, de 26, han dedicado su vida a transformarse en la misma estrella del pop. Pero a pesar de todas las similitudes superficiales, las vidas de los dos hombres son un estudio de contrastes.
El padre de García era conductor de autobús. El de Blanco era banquero.
García duerme en un colchón en el suelo rodeado de afiches de Michael Jackson en una planta baja que comparte con otras cinco personas. Blanco vive con sus padres en una casa con dos vestidores amplios para sus trajes y una sala de baile para sus ensayos.
Los dientes de García están un poco torcidos. Los de Blanco son brillantes, blancos y de porcelana.
Ambos están saliendo con unas superfanáticas de Michael Jackson que conocieron en Facebook. La novia de García es una madre soltera de 41 años con cuatro hijos y 15 perros. La de Blanco es una contorsionista de 26 años con 155.000 seguidores en TikTok.
Después de bailar durante horas en la calle cada noche, García se dirige a un McDonald’s cercano, pide una hamburguesa y se limpia el maquillaje en el baño. “Con el maquillaje puedo hacer el personaje”, dijo. “Después, puedo tener mi vida aparte”.
Blanco está analizando la idea de una decimocuarta intervención quirúrgica, para alargar su mandíbula. “No me voy a mi casa y digo: ‘Terminé’”, dijo Blanco. “Yo nunca termino”.
“Para mí, no es un trabajo. Es un estilo de vida”, añadió. “Y, de esta forma, la vida se vuelve un show”.
Enganchados desde la infancia
García y Blanco están obsesionados con Jackson desde la infancia.
Cuando García tenía 3 años, el álbum de 1991 de la estrella del pop, Dangerous, se convirtió en su alarma cada mañana, despertándolo cuando la canción que le da nombre al disco retumbaba en la casa de su tío, que vivía al lado.
Para su quinto cumpleaños, su tío le regaló un sombrero de fieltro y, más tarde, una grabación en VHS de Jackson en concierto. Memorizó casi todos los movimientos, y sus padres lo animaron.
Siguió bailando, durante la escuela, y luego de trabajos en una fábrica y repartiendo pizzas. A los 22 años, recibió un tutorial de maquillaje y le llamó la atención su parecido con Jackson. Empezó a bailar por dinero.
Al principio, tuvo problemas y se peleó con quienes le abucheaban. Luego, una breve aparición en televisión lo llevó a una serie de actuaciones privadas. “Por dos años, sin parar”, dijo.
Pero en 2014, con su familia en crisis económica y obligado a abandonar su casa, García sintió que su negocio de imitación no le daba suficiente dinero.
Durante los siguientes siete años, García condujo un taxi, un camión de carga y luego un autobús como su padre. “Siete años sentado”, dijo. “Siete años sin bailar”.
A finales del año pasado, García perdió su trabajo como transportista. Otro bailarín lo instó a volver a las calles, pero había vendido sus trajes y olvidado los movimientos. “Sentí que era una etapa terminada”, contó.
Días después, volvió a llamar a su amigo. “Puso la música y escuché a la gente que aplaudía, ahí me acordé de todo”, dijo.
Problemas con la confianza en sí mismo
Blanco descubrió a su ídolo más tarde, a los 11 años, en YouTube.
“Como todos los fans, la primera vez que lo vemos nos enamoramos”, dijo Blanco. “Y si no te sucedió eso, posiblemente luego no suceda”.
A los 15 años, ya tomaba clases de baile y se operaba.
Su primera operación fue para reducir el tamaño de sus orejas. “Perdí media oreja”, dice, echando hacia atrás sus largos mechones teñidos de negro para mostrar una oreja a la que le faltaba la mitad superior, un percance operativo. “Y uno cree que eso va a frenar las ganas de seguir operándote”.
Su primera actuación fue una primera comunión.
Desde entonces ha actuado en siete países, incluyendo un bar en Miami y una temporada en Milán. Apareció en programas de conversación argentinos, amasó 675.000 seguidores en Instagram y consiguió una nueva barbilla en un episodio de 2019 de un reality show de la BBC.
A pesar de todo su éxito, Blanco dijo que ha tenido problemas con la confianza en sí mismo y que sus cirugías han sido su manera de convertirse en la imagen de sí mismo que tiene en su cabeza: no para transformarse en Jackson.
Blanco parecía estar en conflicto con sus vínculos con la estrella del pop, que murió en 2009. Subrayó que quería ser visto como un artista, no como un imitador, a pesar de ir siempre vestido como Jackson en cada entrevista.
Cuando quiso mostrar un trabajo del que se sentía orgulloso, fueron imágenes de una sesión de fotos que había dirigido para una revista argentina, no imágenes de él bailando. Afirmó que a veces se parecía más a Sandra Bullock, o quizás a Eduardo Manostijeras. Y aclaró que su estilo se basa simplemente en el de Jackson, no lo replica. “Él era más un Luis XV”, dijo. “Yo soy mucho más futurista”.
Suplantar a un artista negro
En su apartamento, un sábado reciente, García estaba tomando mate de una calabaza brillante cuando se levantó de su taburete para señalar un afiche de Jackson. “Yo soy blanco”, dijo. “Pero él, por su enfermedad, era más blanco”. Volvió a sentarse y comenzó a aclararse la piel.
García y Blanco son dos latinoamericanos de piel clara que se hacen pasar por un hombre negro. Mientras que García dijo que nadie le había preguntado por la raza en relación con su trabajo, Blanco se enfrentó en 2020 en Instagram a Dean Morrow, un imitador negro de Michael Jackson de Filadelfia.
Morrow acusó a Blanco de explotar a Jackson. En medio de las protestas de Black Lives Matter en Estados Unidos, Blanco siguió publicando selfis en Instagram, pero nunca mencionó el asesinato de George Floyd.
“Mi tema fue: obtienes tu fama de los artistas negros y no estás defendiendo los problemas de los negros”, dijo Morrow.
Blanco dijo que estaba confundido y dolido. “Yo lloré”, dijo. “¿Por qué importaría tanto el color de piel, si estamos hablando de arte?”.
Morrow dijo que, debido al cambiante color de la piel de Jackson, causado al menos en parte por la enfermedad cutánea del vitíligo, casi cualquiera podía imitarlo. Pero como resultado, dijo, muchos artistas de tributo ignoran la herencia negra de Jackson. “Ven a Michael Jackson como un hombre blanco”, dijo.
Morrow suele preguntar a otros imitadores blancos: “Si Michael Jackson nunca se hubiera vuelto blanco, ¿seguirías siendo un tributo a Michael Jackson?”, dijo. “Los ofende porque saben que no lo harían”.
Imitar al Rey del Pop plantea cuestiones complicadas. En primer lugar, se enfrentó a numerosas acusaciones de haber abusado de niños pequeños. Fue absuelto de tales cargos en 2005, pero desde entonces ha habido más acusaciones.
Luego están las cuestiones de raza.
Margo Jefferson, quien fue crítica de The New York Times y ha escrito mucho sobre la cultura negra estadounidense, incluido un libro sobre Michael Jackson, dijo que Jackson ha sido imitado durante mucho tiempo por personas de todos los orígenes étnicos.
Los “legados performativos de Jackson, los cruces raciales y de género, están a disposición de una vasta cultura global”, dijo. Sin embargo, la cuestión de si los imitadores están haciendo algo de mal gusto se reduce a si están imitando bien al hombre.
“La imitación sigue siendo un modo de actuación un tanto misterioso y cargado”, dijo.
Hora del espectáculo
Un viernes reciente, hacia el atardecer, García llegó a su oficina: un pedazo de acera en una concurrida zona peatonal del centro. Saludó a sus compañeros de trabajo, tres bailarines de hip-hop con un altavoz conectado a una motoneta en marcha.
Cuando hubo suficiente público, la inconfundible línea de bajo de “Smooth Criminal” hizo que García y sus bailarines de apoyo se deslizaran por el cemento. Bailaron durante las siguientes cuatro horas. García hacía rondas periódicamente, recogiendo billetes en su sombrero de fieltro.
“La calle es el escenario más difícil que puede tener un artista”, dijo, señalando que ha tenido que enfrentarse a borrachos, a abucheadores y a la policía. Pero también lo rodean regularmente para hacerse selfis. “Generás algo en la gente, y qué mejor que lograr eso de un artista a alguien”.
Blanco nunca ha actuado en la calle. Dice que admira a García. “Quizás lo que a mí me falta es poder enfrentar al público sin todo eso que voy poniendo en el show: luces, maquillaje, vestuarios, bailarines, escenografía”, dijo. “Así me siento seguro, me siento contenido. Me ponés en la calle y me da vergüenza”.
Mientras García comía en el McDonald’s después de su espectáculo en la calle, Blanco se dirigía a una fiesta de los años ochenta al otro lado de la ciudad, en uno de los mayores clubes de Buenos Aires. “No es que me contrataron y que yo estoy ahí, pero de alguna manera voy a terminar trabajando”, dijo. “Es el precio de llevar el rostro de una persona tan famosa”.
A la una de la madrugada, con gafas de sol y una chaqueta blanca cargada de lentejuelas, se dirigió a la entrada VIP, pasando por una larga fila, atrayendo todas las miradas a su paso.
En el interior, Blanco y su novia se besuquearon en una sección exclusiva con vistas a la multitud. Hacia las 4:30 a. m., decidieron marcharse. Sin embargo, en lugar de tomar una escalera hacia la salida, se dirigió por otras escaleras hacia el corazón de la multitud.
Mientras se abría paso, lo pararon un grupo tras otro para hacerle fotos. Una mujer parecía visiblemente conmocionada. “¡Michael Jackson!”, gritaba. Hasta ese momento, el club aún no había tocado ninguna de las canciones de Jackson.
Entonces, justo cuando Blanco llegó al guardarropa, se oyó el fuerte chirrido de una puerta seguido de pasos por una sala vacía. Era “Thriller”.
Blanco miró a la multitud que palpitaba a unos metros de distancia. Luego se retiró a una zona apartada cerca de donde estaba su novia.
¿No quería unirse a la multitud y mostrar sus movimientos? “No”, respondió. Esta noche iba a bailar en privado.
Jack Nicas es el jefe de la corresponsalía del Times en Brasil, que abarca Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Antes cubría tecnología desde San Francisco. Antes de unirse al Times, en 2018, trabajó durante siete años en The Wall Street Journal. @jacknicas • Facebook