En un artículo de 2018, Fobazi Ettarh, que en ese momento era bibliotecaria, acuñó un término para describir cómo la rectitud percibida de su industria ensombrecía los problemas que existían a su interior. Ettarh denominó a este fenómeno asombro vocacional, que definió como la creencia de que, como lugar de trabajo, las bibliotecas eran inherentemente buenas y, por lo tanto, estaban por encima de cualquier crítica. Cuando un lugar de trabajo se considera virtuoso, afirmó, es más fácil explotar a los trabajadores. “Comparado con las grandes misiones de alfabetización y libertad, abogar por poder tomar tu hora de comida completa parece mezquino”, escribió.
Ettarh supo que quería ser bibliotecaria desde su adolescencia. Cuando estudiaba Biblioteconomía, a sus profesores les encantaba hacer declamaciones poéticas de que ser bibliotecario es una vocación y que las bibliotecas son la última institución verdaderamente democrática.
Pero una vez del otro lado del mostrador, vio cómo los ideales del sector ocultaban sus salarios bajos. En su primer trabajo tras finalizar sus estudios de posgrado, el supervisor de Ettarh le dijo: “Nadie se hace bibliotecario para ganar un salario digno” (Ettarh ganaba 48.000 dólares por aquel entonces). Acabó abandonando la industria.
Durante la pandemia, el asombro vocacional estuvo a flor de piel, desde los educadores a quienes se les decía que su trabajo era obra de Dios, pero que también debían arreglárselas con lo que tenían, hasta los profesionales de la salud a los que se consideraba “esenciales”, pero que a menudo no recibían una remuneración ni protección acorde con la gravedad de su trabajo. La integridad percibida de las industrias honorables encubría las malas condiciones, como el glaseado en un pastel quemado.
Aunque el asombro vocacional es habitual en las profesiones que hacen el bien, puede existir en cualquier campo que se base en la fuerza de su marca para distraer la atención de la realidad de las experiencias de sus trabajadores. Por ejemplo, los cuidadores de zoológicos, una profesión en la que el sueldo promedio es de 16,51 dólares la hora, según Indeed. Trabajar en un zoológico se romantiza —¡puedes pasar tiempo con los animales!— pero también se caracteriza por horarios prolongados, trabajo arduo y limpiar excrementos.