Vendedores nuevos y viejos se alinean en el perímetro del edificio del Times, en las aceras frente a la terminal de autobuses de la Autoridad Portuaria y cerca de las entradas a la estación de metro de 42nd Street-Times Square, la más concurrida de Nueva York. Hace unos veranos apareció un carrito de batidos. El hombre que se sentaba en una silla y vendía periódicos sensacionalistas ya no está. La primavera se anuncia en la manzana con la llegada del chico de la fruta de temporada.
Con una presencia estable, un trato genial y buena comida, Campis ha alimentado a periodistas, guardias de seguridad, trabajadores de la construcción y turistas desde 2012. Es una buena ubicación, pero Campis dice que hay algo más importante. “Hay que saber tratar a la gente”, afirma. Su forma de tratar a la gente se define por los detalles. Un sándwich de huevo debe contener dos huevos, no uno. El café helado, cuando se sirve correctamente, puede endulzarse con azúcar granulado así: se echa la cantidad deseada de azúcar en una taza aparte, se le echa un chorrito de café caliente, se remueve y se vierte con el resto del café.
Juanita Powell-Brunson, directora sénior de operaciones del Times, cuenta que, después de que la redacción se trasladara a su sede actual en 2007, seguía comprando café en un carrito de la calle 43, cerca de las antiguas oficinas del periódico. El primer invierno puso fin a esa rutina, y Powell-Brunson estuvo buscando durante unos años. Finalmente, apareció Campis.
“Alguien dijo: ‘El café del tipo de abajo es muy bueno. Deberíamos probarlo’. El resto es historia”, cuenta Powell-Brunson. “Luego empezamos a desayunar. Alguien me dijo que sus tacos de desayuno estaban muy buenos. Después, todos los días él quería que probara algo”.
Una mañana temprano del pasado agosto, mientras su camioneta transitaba por el puente Queensboro hacia Manhattan en la oscuridad, Campis describió su trabajo como uno de los miles de vendedores ambulantes de comida de la ciudad. A los periodistas que le preguntaban por el romanticismo de las calles y el ajetreo propio de Nueva York, les respondía con descripciones contundentes de lo que él llama “la vida”. La vida significa “olvidarse de las fiestas, olvidarse de todo”, dijo Campis, para acostarse a las 08:00 p. m. y levantarse a las 03:00 a. m. seis días a la semana.