“El gobierno de Biden no ha hecho lo suficiente”, dijo Tala Raassi, diseñadora de moda iranoestadounidense que conoce de primera mano la brutalidad del régimen: a los 16 años fue detenida y recibió 40 latigazos por llevar una camiseta y minifalda en una fiesta privada.
Me gustaría que Biden colaborara con otros países para que la indignación internacional ante la represión tenga mayor repercusión.
Así como Kennedy pronunció su discurso “Ich bin ein Berliner” y Reagan su discurso “Sr. Gorbachov, derribe este muro”, Biden podría señalar la determinación estadounidense con un discurso “Ayatolá, abra las puertas de la prisión de Evin, libere Irán”, sugirió Amir Soltani, escritor iraní-estadounidense.
Occidente también podría tratar de aumentar las sanciones selectivas contra los funcionarios y sus familiares que hacen fiestas en el extranjero o canalizan activos al exterior. Mientras tanto, la comunidad de inteligencia debería espiar más la represión masiva de Irán y filtrar información, cuando sea posible, para que las autoridades del país rindan cuentas.
Presionar a Irán es difícil, porque ya está aislado y se le han impuesto fuertes sanciones. Pero debemos esforzarnos porque Irán está entrando ahora a su siguiente fase: ha comenzado a ejecutar a manifestantes para aterrorizar a la población y que se rindan. Hasta ahora se sabe que dos manifestantes han sido ahorcados y al menos otras 35 personas han sido condenadas a muerte o están detenidas por delitos punibles con la pena capital.
En 1978, cuando la revolución de Jomeiní cobraba impulso, The New York Times citó a un abogado iraní con temores premonitorios: “Espero que no salgamos de una zanja solo para caer en un pozo”, dijo.
Más de cuatro décadas después, los iraníes intentan desesperadamente salir de ese pozo, liderados por colegialas que perseveran a pesar de la amenaza de detenciones, torturas y ejecuciones. Ellas entienden que la inmoralidad flagrante no reside en el cabello descubierto de una niña, sino en el gobierno que la viola por ello, y deberían contar con mucho más apoyo internacional.
Nicholas Kristof se unió a The New York Times en 1984 y ha sido columnista desde 2001. Ha sido galardonado con dos premios Pulitzer, por su cobertura sobre China y sobre el genocidio en Darfur. Puedes seguirlo en Instagram y Facebook. Su libro más reciente es Tightrope: Americans Reaching for Hope. @NickKristof • Facebook