BUENOS AIRES — Como los precios seguían subiendo, la secretaría de Comercio de Argentina decidió que había que hacer algo.
Los dueños de las tiendas estaban preocupados por la escasez. Un proveedor clave dijo que no podía contener la demanda. Los clientes, desesperados, hacían filas kilométricas. Así que, hace dos semanas, Matías Tombolini, el secretario de Comercio, y un grupo de funcionarios del gobierno reunieron a las partes interesadas en torno a una gran mesa de conferencias en una oficina del centro de la ciudad para un debate serio “en la búsqueda de posibles soluciones”.
Argentina se enfrentaba a una crisis: no tenía suficientes figuritas del Mundial de Fútbol para todos.
Cada cuatro años, los aficionados al fútbol de todo el mundo se enamoran de la Copa del Mundo y de los cromos coleccionables casi del tamaño de la palma de la mano, conocidos en Argentina como figuritas.
Este año, sin embargo, el amado pasatiempo de llenar el característico álbum Panini de la Copa del Mundo ha explotado como nunca antes en Argentina. Una confluencia de problemas de oferta y demanda —pero también una crisis inflacionaria interna y un aumento de las expectativas de que la selección argentina pueda competir por el trofeo este año— han hecho que las figuritas de la Copa del Mundo sean más codiciadas que nunca, y muy difíciles de encontrar.
Los quioscos, donde normalmente se vendían los cromos, este año han visto caer en picada su oferta, lo que ha llevado a los padres y a sus hijos a una febril búsqueda de vendedores de figuritas, ya que los precios de reventa se han disparado. Los adhesivos se venden ahora por lo menos al doble del precio de venta sugerido de 150 pesos (aproximadamente un dólar) por sobre, y las falsificaciones se han infiltrado en el mercado.
Las cosas se pusieron tan mal que incluso el gobierno nacional, que lucha contra una inflación altísima y una sociedad cada vez más descontenta, encontró el momento de intervenir, solo para retirarse cuando su esfuerzo fue ridiculizado como un desperdicio de recursos gubernamentales.
Tombolini, el secretario de Comercio, no respondió a las repetidas solicitudes de comentarios. Pero su reunión tampoco resolvió el problema.
Un martes reciente, en el barrio porteño de Villa Urquiza, entre los compradores había adolescentes en bicicleta, abuelas que buscaban los encargos de sus nietos, padres con sus hijos y una madre con un perro salchicha bullicioso. Un niño de cabello encaracolado entró en una tienda de la esquina con la pregunta que parece estar en boca de todos estos días.
“¿Tenés figuritas?”, preguntó sin aliento.
“Sí”, respondió el dueño de la tienda, Ernesto Acuña. “Cinco paquetes por 900 pesos. Pero tenés que hacer la fila”.
Acuña dijo que ha convertido en una ciencia su respuesta al frenesí. Los días que puede conseguir paquetes de figuritas, los pone a la venta a las 6 p. m. en punto. Pero antes de entregar el primer paquete, examina la fila que se forma a lo largo de la cuadra y raciona la cantidad que cada cliente puede llevarse a casa. Algunos días el límite es de solo dos paquetes por persona. Luego, Acuña se queda en la ventana, mientras los fanáticos de las figuritas entran con el dinero en la mano y los ojos bien abiertos ante un premio que, en muchos lugares de Argentina este año, está dolorosa y frustrantemente fuera de su alcance.
“El Mundial es cultural. Es locura para todos”, dijo Marcela Trotti, quien acompañó a su hijo Franco, de 11 años, a comprar figuritas para sus amigos y un primo.
El aumento de la demanda podría estar ligado a las expectativas —los argentinos se sienten optimistas sobre sus posibilidades en Qatar después de la victoria del año pasado en la Copa América, el campeonato regional de Sudamérica— y porque el torneo de este año será probablemente el último Mundial con la estrella Lionel Messi en la alineación.
Y en un clima económico difícil en el que se prevé que la inflación anual alcance el 100 por ciento, el escapismo de la gloria del fútbol ha sido una distracción bienvenida.
Eso ha producido una economía al rojo vivo en la que el valor del mercado negro de los paquetes de figuritas se ha disparado. Un solo cromo de Lionel Messi se vendía a 3000 pesos (10 dólares) en un reciente mercado de intercambio de figuritas en Buenos Aires. Una tarjeta especial de Messi “legend gold” se cotizaba a 60.000 pesos (208 dólares) en un popular mercado en línea argentino, un precio equivalente al sueldo mensual de un trabajador con salario mínimo. (El frenesí de las figuritas ha llegado incluso a la casa de Messi; después de un juego reciente en Estados Unidos el futbolista confirmó que sus hijos también son coleccionistas).
“El argentino responde a pasiones”, dijo Acuña, vicepresidente del sindicato que representa a los quiosqueros. El grupo organizó una protesta en la oficina de Panini en el área de Buenos Aires el mes pasado, para exigir más inventario.
Muchos han culpado de la escasez en los quioscos al hecho de que el producto está ahora disponible en grandes cadenas de supermercados, gasolineras, aplicaciones de entrega y otros puntos de venta, pero Panini Argentina sostuvo que los quioscos nunca han tenido derechos exclusivos. La empresa vende a una lista de distribuidores, dijo, que a su vez venden a distribuidores más pequeños que tradicionalmente han suministrado a los quioscos, dijo Acuña.
Pero este año, dicen los propietarios de los quioscos, apenas pueden conseguir suministro, o han tenido que pagar precios más altos por lo que hay disponible. Para hacer su argumento, Acuña recorrió una serie de grupos de WhatsApp que tiene con otros quiosqueros, quienes respondieron con emojis indignados ante las ofertas de los distribuidores que venden figuritas a más de 200 pesos el paquete.
Panini Argentina, la filial local de la firma italiana que vendió por primera vez cromos de la Copa del Mundo en 1970, dice que no hay escasez. “Hay una demanda mucho más alta”, dijo la empresa en un comunicado. En respuesta, ha aumentado la producción, aunque Acuña dijo que no ha hecho realmente una diferencia.
“Cada semana que pasa, el paquete de figuritas cuesta más en el quiosco, en la calle, en internet”, dijo.
Jorge Vargas, propietario de una tienda de figuritas en el centro de Buenos Aires, dijo que no es que no se puedan encontrar sobres de figuritas. “Es difícil encontrar a 150 pesos”, dijo.
Vargas ha podido conseguir una buena tarifa de un distribuidor de confianza, lo que le permite ceñirse al precio sugerido, pero dijo que otros distribuidores están optando por vender directamente al consumidor, a menudo en línea a un precio inflado.
Sus propios clientes compran a granel, dijo, y luego se dan la vuelta y los venden en los parques a un precio más alto. Algunos clientes se pusieron agresivos un día que se le acabaron las figuritas, así que ahora tiene policías que se acercan a vigilar.
Para los coleccionistas, un álbum completo se ve como una inversión que puede aumentar de valor, como los de la última gloria mundialista de Argentina liderada por Diego Maradona en México 1986. Pero más que el dinero, el coleccionismo de figuritas tiene que ver con el recuerdo, dicen los aficionados y los quiosqueros. “Es un recuerdo”, dijo Vargas, “que puedan mirar y decir, yo estuve en esa época”.
Las figuritas están impregnadas de nostalgia. En el Parque Rivadavia de Buenos Aires, un centro de comercio de cromos, había más adultos que niños un domingo reciente. Reunidos en grupos, estudiaban minuciosamente las listas que habían impreso para facilitar la búsqueda de los cromos que les faltaban.
Los coleccionistas gritaban los nombres de los países y los números de las camisetas. “Uruguay 18. Portugal 11. Suiza 2. Serbia 8. ¿Tenés esos para cambiar?”, le preguntó un joven a Agustín Corredoira, quien negó con la cabeza. Corredoira, de 18 años, estaba allí con su madre, María Laura, y su hermana, Carolina; dijeron que habían caminado más de dos horas hasta un quiosco para comprar 20 paquetes.
Matías Mannara, de 19 años, pudo encontrar sus figuritas en un quiosco cercano a su colegio nocturno. Pagó 300 pesos (unos dos dólares) por paquete. “Eso dolió”, admitió.
Cerca de allí, Diego Radio se quejaba de la “mafia” que ha hecho subir el precio de las figuritas. Pero ya ha sido una temporada mundialista afortunada para él. Cuatro cromos de Messi aparecieron en paquetes que él y su hijo de 8 años compraron. Uno está en su álbum. Otro lo cambiaron por un adhesivo del portugués Cristiano Ronaldo. Los otros dos se han guardado a buen recaudo.
“No lo quiere largar”, dice Radio, sonriendo a su hijo.