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Los ‘muebles rápidos’ son baratos y tienen estilo. También generan un reto de sustentabilidad

Los estadounidenses compraron un montón de muebles durante la pandemia. Las ventas en escritorios, sillas y mobiliario de terraza aumentaron más de 4000 millones de dólares de 2019 a 2021, según una compañía de datos de mercado. Y muchos de ellos no sobrevivirán más de una década.

Los muebles rápidos, producidos en masa y relativamente baratos, son fáciles de comprar y luego abandonar. Al igual que la moda rápida, en la que minoristas como Shein y Zara producen grandes cantidades de ropa barata y a la moda que está hecha para desecharse después de unos cuantos usos, los muebles rápidos son para quienes buscan coquetear pero no sentar cabeza. Es la aventura de una sola temporada de los muebles.

Muchas de las camas de Ikea y los escritorios de Wayfair comprados durante los confinamientos por la COVID-19 se diseñaron para durar cerca de cinco años, señaló Deana McDonagh, profesora de Diseño Industrial en la Universidad de Illinois, campus Urbana-Champaign. “Me relaciono con el mobiliario rápido como lo hago con la comida rápida”, dijo McDonagh. “Está vacío de cultura y no conlleva ninguna historia”.

Ikea de Suecia declaró mediante un comunicado que para sus muebles “la estimación de la vida útil puede variar”, y se anima a los clientes a reparar, revender o devolver los productos que ya no pueden utilizar. Wayfair afirmó, a través de un portavoz: “Vendemos una amplia gama de productos de mobiliario de todos estilos y precios”, y añadió que algunos están pensados para “durar generaciones, así como muebles que satisfacen las necesidades de los clientes en cuanto a economía”.

Cada vez más, los inquilinos y propietarios optan por lo rápido y lo barato, o como lo define Amber Dunford, directora de estilo de Overstock.com, “muebles en los que falta la mano del ser humano”. Y no los conservan mucho tiempo. Cada año, los estadounidenses tiran más de doce millones de toneladas de muebles, creando montañas de residuos sólidos que han crecido un 450 por ciento desde 1960, según la Agencia de Protección Ambiental. Algunos de los muebles que se tiran pueden reciclarse, pero la gran mayoría acaba en los vertederos.

“Es un problema muy grande, desde el punto de vista espacial y por la manera en que ahora se fabrican muchos muebles rápidos, no solo de madera y metal. Los materiales no se biodegradan ni se descomponen”, dijo Ashlee Piper, experta en sustentabilidad y autora del libro Give a Sh*t: Do Good. Live Better. Save the Planet. “Con los muebles que desechamos estamos creando un problema colosal en los vertederos”.

Tan solo el mercado del comercio electrónico de muebles tenía un valor de más de 27.000 millones de dólares en 2021, y se prevé que alcance más de 40.000 millones en 2030, según un informe de Next Move Strategy Consulting. Ikea está abriendo en promedio 50 nuevos locales al año; Amazon, el minorista más grande del mundo, ahora tiene dos marcas propias de muebles, la línea moderna de mediados de siglo Rivet y la más elegante con estilo rústico Stone & Beam.

A pesar de todos sus defectos, los muebles rápidos ofrecen a millones de propietarios la oportunidad de vivir en un hogar con estilo a un precio accesible. Mientras los jóvenes se enfrentan a la escalada de los precios de la vivienda y a la ansiedad económica, incluso quienes preferirían buscar en los mercados de antigüedades o comprar piezas a medida simplemente no tienen los recursos para hacerlo.

Sebastien Long fundó Lodgeur, que alquila departamentos amueblados a corto plazo en Texas, en 2019. Dentro de la compañía, se dedica al diseño de los departamentos, y depende casi exclusivamente de minoristas como Wayfair, Target, West Elm y CB2.

“Lo hacemos por los tiempos de entrega rápidos que requieren muchos de nuestros proyectos, pero también porque somos capaces de crear departamentos elegantes y cómodos”, señaló. La durabilidad de los muebles no le preocupa mucho, añadió, debido a su modelo de negocio. “Los muebles rápidos son más propensos a dañarse cuando se trasladan en un camión alquilado”, dijo. “Por eso lo dejamos dentro del departamento y en su lugar mudamos a la gente dentro y fuera”.

Pero incluso para aquellos que juraron que nunca meterían muebles de baja calidad en sus casas, la necesidad puede ser la madre de la excepción. Durante la pandemia, Georgia Zikas, propietaria de Georgia Zikas Design, trabajó con un cliente de Nueva Jersey amoblando y decorando una casa multimillonaria que utilizarían como segunda residencia. Cerraron en noviembre de 2020 y querían poder utilizar la piscina del patio trasero para la primavera, pero los cuellos de botella de la producción mundial y el envío hicieron que las piezas de mobiliario hechas a medida se retrasaran meses.

“Tenían una fecha límite”, dijo Zikas. “Así que fui con uno de mis diseñadores y le dije: ‘¿Qué podemos tener en ocho semanas?’”.

Toda la casa se equipó con piezas listas para enviar de Pottery Barn, Crate & Barrel y Ethan Allen, proveedores que tienen precios más altos, utilizan materiales de mayor calidad y todos tienen compromisos de sostenibilidad. Pero los ecologistas como Piper siguen considerándolos muebles rápidos porque sus piezas se producen en masa. Se trata de una elección, dijo Zikas, que hace unos años podría haberla sorprendido. Pero desde la pandemia, y su efecto dominó en la cadena de suministro mundial, todas las apuestas están en marcha.

“Definitivamente está afectando a dónde compramos”, dijo.

Sin embargo, a veces los propietarios cambian de opinión. Doug Greene, de 34 años, compró una casa adosada de 200 años de antigüedad en Filadelfia hace cinco años y, después de hacer una reforma integral, se dio cuenta de que no quería poner muebles fabricados en serie en un espacio que había restaurado con tanto esmero. Así que aprendió a fabricar muebles por sí mismo, y ahora, junto con su novia, Ashley Hauza, tiene una casa en la que ha fabricado a mano casi todos los muebles de madera maciza. Hay un banco en cascada de cedro rojo occidental. Hay un marco de cama de roble blanco con una junta de brida cortada a mano.

“Son todos muebles mucho más sólidos que cualquier cosa que pudiera haber tomado de una tienda en una estantería”, dice. “Solía llevarme un escritorio de Ikea cada vez que cambiaba de departamento. Pensaba que la gente lo hacía así. Ahora aprecio mucho más la creatividad y el diseño”.

En la última década, varias empresas enfocadas en la sustentabilidad han entrado en el mercado con la esperanza de presentar una solución.

Kaiyo, un mercado en línea de muebles de segunda mano, fue fundado en 2014 y anuncia que desde entonces ha mantenido más de 1500 toneladas de muebles fuera de los vertederos. Las personas que quieren deshacerse de sus muebles pueden ofrecerlos a Kaiyo, y si la empresa los acepta —Alpay Koralturk, el director general, dijo que la empresa compra alrededor de la mitad de las piezas ofrecidas— se recogerán de forma gratuita y el vendedor recibirá un cheque. Los compradores pueden comprar en el mercado en línea, y saber que los artículos mostrados en línea están siempre disponibles.

“Todo el mundo tiene muchos muebles. Pocos productos son tan omnipresentes”, dijo Koralturk. “Intentaba imaginar cuál debería ser la solución del siglo XXI”.

Fernish, un servicio de alquiler de muebles por suscripción, permite a los clientes pagar cada mes artículos de marcas como Crate & Barrel, siempre con la opción de comprarlos de manera directa. El servicio asegura que ha evitado que casi medio millón de toneladas de muebles terminen en vertederos.

“Reconocemos que los muebles en general son un bien no reciclable”, dijo Michael Barlow, director general de Fernish. “La forma de darle una segunda vida es poner en circulación antes que nada un producto de gran calidad, y construir una cadena de suministro”, explicó. “El grupo demográfico para el que estamos construidos es gente de entre 20 y 30 años”.

Los grandes minoristas, que se enfrentan a la presión de clientes y ecologistas, también dicen que mejorarán.

Wayfair, que vio cómo las ventas disminuían este verano tras el punto álgido de la pandemia, se comprometió en su informe de responsabilidad corporativa más reciente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero —creadas sobre todo por la producción y el envío de sus productos— en un 63 por ciento para 2035.

“No pretendemos tenerlo todo resuelto, pero estamos trabajando para abordar los grandes problemas y establecer estrategias con un enfoque fiel a Wayfair”, escribieron los fundadores Niraj Shah y Steve Conine en el informe.

Además, Ikea estableció objetivos climáticos audaces en su estrategia de sustentabilidad, comprometiéndose a ser totalmente circular —utilizando solo materiales reciclados o renovables, y creando cero residuos— para 2030.

“Mantener los precios bajos es la piedra angular de nuestro negocio”, afirmó Ikea de Suecia en un comunicado. “Pero esto nunca debe producirse a expensas de las personas y el medioambiente”.

La empresa declaró que en el año fiscal 2021, más del 99 por ciento de su madera fue reciclada o certificada por el Consejo de Administración Forestal como de origen responsable. El 14 por ciento se recicló por completo.

El difícil convencer incluso a las personas más conscientes de la economía del impacto de los muebles rápidos, dijo Piper. Pero es optimista y cree que el cambio es posible.

“Hay elementos de la sustentabilidad más atractivos para la gente, y son como la droga de entrada a la sustentabilidad, como la moda rápida”, dijo. Pero si Ikea puede hacerlo, “y está dispuesta a compartir cómo lo hace con otras empresas, es algo muy alentador”.


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