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Nicolás Maduro es el presidente de Venezuela. Debemos reconocerlo

La pretensión de Guaidó de una presidencia alternativa se sustentaba en su papel como presidente de la Asamblea Nacional, pero su mandato legislativo terminó el año pasado, y desde ese momento muchos de sus partidarios dentro y fuera de Venezuela abandonaron la idea.

Hoy, Maduro es más fuerte que hace tres años, y la oposición está desorganizada.

Renunciar a la pretensión de que Guaidó es el presidente daría un cimiento racional a la política de Estados Unidos, pero no supondría un respaldo a Maduro. Podría facilitar las conversaciones con Maduro sobre temas clave, incluida la ola de refugiados venezolanos que entran en Estados Unidos y los posibles cambios en las sanciones económicas relacionadas con las exportaciones de petróleo. La reanudación de las actividades consulares permitiría a los ciudadanos obtener o renovar visados y pasaportes.

Uno de los mayores beneficiarios podría ser la oposición venezolana, que se encuentra en un bullicioso, y necesario, estado de cambio. La oposición ha sido duramente reprimida por un gobierno de Maduro comprometido a quedarse en el poder a toda costa; aunque la oposición ha dado muchos pasos en falso, es la principal fuerza política del país comprometida con la democracia y la defensa de los derechos humanos y, por lo tanto, es fundamental para encontrar una solución a la crisis del país.

En los últimos dos años, la mayoría de los partidos dominantes de la oposición venezolana entraron en crisis: perdían activistas, se dividían en disputas por el liderazgo o veían cómo los votantes que alguna vez fueron leales se alejaban.

Con frecuencia, el gobierno ha intervenido para agitar la situación, al recurrir a los tribunales o a las autoridades electorales para ordenar la toma de posesión de los partidos por parte de dirigentes sustitutos que el resto de la oposición considera sospechosos. Pero, en la mayoría de los casos, las divisiones estaban ahí.

Los venezolanos están hartos de los partidos de la oposición, que a menudo parecen más interesados en pelearse entre ellos que en mejorar la suerte del país.

Al mismo tiempo, han surgido nuevos partidos que se organizan con nuevos líderes.

Los cambios políticos fueron evidentes en las elecciones celebradas en noviembre pasado. La oposición ganó un tercio de las alcaldías de todo el país, después de haber tenido menos de una de cada diez. Y aunque la oposición solo ganó cuatro gubernaturas de 23, recibió la mayoría de los votos en todos los estados, excepto en algunos. La razón por la que no ganó más gubernaturas fue que múltiples candidatos de la oposición dividieron el voto y básicamente otorgaron la victoria a los candidatos aliados con Maduro.

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