Mientras el presidente Jair Bolsonaro ha estado sugiriendo que puede disputar una derrota en las elecciones del domingo, los tribunales, los legisladores y los funcionarios electorales de Brasil han tratado de aliviar las preocupaciones —en el país y en el extranjero— prometiendo que los resultados serán respetados y que la democracia del país no se verá amenazada por un golpe.
Sin embargo, muchos de esos mismos funcionarios admiten en privado que todavía existe la posibilidad de que se produzca violencia.
Bolsonaro ha creado una base considerable de partidarios fervientes, que están cada vez más convencidos de que las elecciones estarán amañadas contra su candidato. En julio, tres de cada cuatro partidarios de Bolsonaro dijeron a la empresa de encuestas más importante de Brasil que confiaban poco o nada en las máquinas de votación.
The New York Times entrevistó a más de una decena de partidarios de Bolsonaro antes de la votación para conocer su opinión sobre la seguridad electoral. Aunque algunos dijeron que no creían que el voto fuera a ser manipulado, la mayoría expresó una profunda desconfianza en la integridad del proceso electoral. Y en caso de que Bolsonaro perdiera, muchos dijeron que estaban preparados para salir a la calle, especialmente si el presidente les instaba a ello.
“Lo único que puede quitarle la victoria a Bolsonaro es el fraude”, dijo Luiz Sartorelli, de 54 años, un vendedor de software en São Paulo. Enumeró varias teorías de la conspiración sobre un fraude pasado como prueba. “Si quieres la paz, a veces tienes que prepararte para la guerra”.
Aunque las encuestas han sugerido sistemáticamente que es poco probable que Bolsonaro gane, Liduina Bezerra Soares, una profesora de 58 años en Brasilia, creía que el presidente en funciones debería sacar mucho más del 50 por ciento de los votos. Si le “quitan la victoria”, dijo que no se callaría. “A partir de ahí, no hay nada que perder”, dijo. “Me voy a la calle”.
Alex Timóteo, un vendedor de 36 años de Jundiaí, en el estado de São Paulo, dijo que también creía que Bolsonaro ganaría la mayoría de los votos, pero descartó el riesgo de una elección robada. Dijo que el escrutinio del domingo mostraría el alcance de la popularidad de Bolsonaro y que seguiría en el cargo.
“Tenemos que esperar a ver los resultados para saberlo”, dijo Timóteo, que lidera un grupo comunitario de derecha en su ciudad natal. “Pero confiamos en el Tribunal Superior”, añadió, refiriéndose a la autoridad electoral de Brasil.
Leonardo Leão Morais, de 42 años, trabajador social en Tabira, una ciudad del noreste de Brasil, dijo que estaba preparado para “luchar por su derecho a cuestionar” los resultados, aunque descartó la violencia.
“Creo que serán unas elecciones pacíficas, hasta que se conozca el resultado”, dijo. “No habrá una revolución, no habrá protestas, si hay una votación justa”.
Una de las preocupaciones relacionadas con las posibles protestas es cómo reaccionarían la policía y el ejército, ya que podrían ser llamados a restablecer el orden. Muchos miembros de las fuerzas del orden y de las fuerzas armadas son partidarios de Bolsonaro.
A principios de este año, los líderes militares de Brasil también comenzaron a cuestionar la seguridad de las máquinas de votación. Pero desde entonces han llegado a un acuerdo con los funcionarios electorales sobre un cambio en las pruebas de las máquinas y ahora han sugerido que confían en el sistema electoral.