Para su madre, que está en Corea del Sur, SuJin Kim es un fracaso: tiene más de 30 años, es soltera y no trabaja para una gran corporación coreana.
Pero para sus millones de seguidores en Latinoamérica, se ha convertido en una amiga cercana y una maestra de todas las cosas relacionadas con Corea. De hecho, vive en México, donde la conocen como la “Chinguamiga”, su apodo en línea, que es una mezcla de la palabra amiga en coreano y en español.
Su éxito ha sido producto no solo de su ingenio y carisma, sino también por el auge de la cultura popular de Corea del Sur que se extendió por todo el mundo, impulsada en parte por un esfuerzo del gobierno para posicionar al país como un gigante cultural y una fuente de poder blando.
En su tierra natal, Kim, de 32 años, tenía dificultades con las presiones de una sociedad hipercompetitiva donde el éxito se define de manera limitada y las mujeres jóvenes enfrentan perspectivas laborales cada vez menores, horarios de trabajo agotadores, sexismo y estándares de belleza restrictivos.
En México, el creciente interés en lo coreano la ha convertido en una sensación en las redes sociales con más de 24 millones de seguidores en TikTok y más de ocho millones de suscriptores en su canal de YouTube, lo que le ha permitido ganar popularidad, estabilidad financiera y una pareja romántica, todo bajo sus propios términos.
“Ya había un empaque con el que ella venía”, dijo Renato Balderrama, quien dirige el Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Autónoma de Nuevo León en Monterrey, un centro industrial con una presencia coreana en expansión. “Ya tenía toda una formación en Corea, en esta nueva Corea que le permite aterrizar en un lugar como México y ser alguien exitoso”.
Kim, quien es una especie de maestra de cultura pop comparativa, ofrece lecciones sobre telenovelas coreanas populares, letras de canciones, estándares de moda, tradiciones y normas sociales. Una vez trabajó como mesera en México por un día y publicó sobre su confusión con las propinas (Corea del Sur es un país donde no se dan propinas). Les mostró a sus seguidores cómo los estudiantes coreanos se preparaban para los exámenes. Y comenzó a viajar por México degustando delicias regionales.
Su éxito en las redes sociales se ha manifestado en invitaciones a eventos, nominaciones a premios, reportajes en revistas, acuerdos de patrocinio, y la creación de un popular negocio de clases de coreano en línea. Se mudó de Monterrey a Ciudad de México para tener más exposición y hacer crecer su marca.
El floreciente imperio de Kim ahora incluye una tienda en línea de productos de belleza coreanos y aparecerá como concursante en la segunda temporada del programa Bake Off Celebrity de HBO.
El éxito de Kim es un eco del crecimiento de la influencia coreana en México y la región. Más de 2000 empresas coreanas tienen presencia en México, lo que forma parte de una estrategia denominada “deslocalización cercana” que ha impulsado a corporaciones más grandes —Kia, LG, Samsung, Hyundai, entre otras— a aprovechar el tratado de libre comercio con Canadá y Estados Unidos.
Corea del Sur no solo ha llegado a México con empleos, autos y celulares, sino también con algo más intangible: su propia idea de cultura moderna. El K-pop, el K-beauty y los K-dramas han mostrado a los latinoamericanos una forma nueva y diferente de ser cool.
Algunos quioscos se especializan en revistas, afiches y artículos publicitarios de celebridades de Corea del Sur. Netflix ofrece doblaje en español latino para programas coreanos. Las salas de cine transmiten conciertos de K-pop en vivo realizados en el extranjero.
Kim creció en Seúl, pero después de trabajar y estudiar en Canadá por una temporada y de viajar por Latinoamérica, regresó a casa y descubrió que la vida en Corea del Sur era sofocante.
“No quiero volver a mi vida anterior”, recuerda que pensó.
Se mudó a México en 2018, impulsada por el deseo de experimentar la vida en Latinoamérica y tratando de escapar de un severo agotamiento. Trabajó para una corporación multinacional coreana y el ritmo de trabajo le pareció demasiado familiar, así que comenzó a enseñar coreano.
Entonces la pandemia puso al mundo de cabeza.
“Este es mi momento, no tengo nada que hacer”, pensó en esa época antes de comenzar a publicar sus clases de coreano en YouTube. “Tenía cero vistas, o sea, nadie me vio”.
Sus videos eran sencillas lecciones del idioma con títulos como “Palabras fáciles en coreano, ¡3 minutos!”, pero luego recurrió a TikTok y subió un breve clip explicando la cultura coreana.
“Subí un video sobre cultura coreana y, de repente, tenía 5000 vistas y para mi era, guau”, dijo, sus uñas puntiagudas adornadas con estrellas, lazos y lunas.
Rápidamente, su número de seguidores de TikTok explotó.
Una tarde de este año, Kim le dio la bienvenida a sus alumnos a una clase virtual de coreano en Zoom; cobra de 35 a 45 dólares por cada módulo de cuatro semanas, con una clase a la semana de 90 minutos.
Cuando comenzó la clase, 76 estudiantes se habían conectado. Había chicas jóvenes y madres con anteojos y al menos un hombre de negocios de pelo largo, repartidos por Centroamérica y Sudamérica.
Los brillantes rizos azules de Kim rebotaban frente a la pantalla, mientras movía la cabeza con aprobación.
Cuando una estudiante que intentaba comprender cómo pluralizar sustantivos singulares le preguntó: “¿Sin plural?”, ella le respondió: “¡No! Qué padre, ¿verdad?”.
Después de terminar la universidad en Corea del Sur, Kim dijo que experimentó estrés severo. “Pedí esto: quiero morir y quiero descansar aunque sea por un accidente”, dijo en uno de sus videos más populares. Ha hablado abiertamente sobre estar hospitalizada para cuidar su salud mental.
Ella atribuye su agotamiento a la cultura de sacrificio y trabajo que ayudó a su país a convertirse en una potencia económica después de la Guerra de Corea.
“Todo es rápido, rápido ahorita, en este segundo, pero para ayer”, dijo Balderrama. “Esto hizo que se creara una cultura donde no hay lugar para la mediocridad, no hay lugar para el que no quiere competir”.
En México, Kim esperaba tener una vida más alegre. “Vi cómo es la cultura latina, cómo vive la gente latina y está viviendo feliz”, dijo. “No quiero desperdiciar ni un momento”, agregó, refiriéndose a su vida en Latinoamérica. Cada momento es “precioso para mí”.
Pero si Kim ha encontrado una pasión y un negocio, no ha encontrado completamente la tranquilidad que buscaba. Está en terapia para lidiar con lo que describió como algo de depresión y ansiedad.
Su gran cantidad de seguidores y popularidad han alimentado un miedo. “A veces siento que la gente me va a olvidar, que nadie me va a querer”, dijo, preocupada por el costo de tener que generar contenido creativo para mantenerse relevante.
“Tengo este problema también con los haters, con los comentarios de la gente que sí me afectan poco a poco”, añadió.
Es criticada en línea por usuarios que dicen que debería regresar a Corea, que le preguntan si paga impuestos en México (ella dice que sí) y que la consideran como otra extranjera atraída por la vida barata y que contribuye a la gentrificación de zonas del país, a expensas de los residentes mexicanos.
En un video reciente, mientras se preparaba para ir de visita a su país, mostró una tarjeta de identificación que, según dijo, era prueba de su condición de residente legal. Quería disipar los rumores de que tenía que salir de México porque tenía una visa de turista.
Kim se negó a hablar sobre su estado de ciudadanía con The New York Times, pero hace meses publicó un video en el que dijo que había presentado el examen para conseguir la nacionalidad mexicana.
Según muchos estándares, Kim ha triunfado. Pero ¿qué pasa con los estándares de su madre?
“Creo que no va a cambiar”, dijo después de regresar de Corea refiriéndose a la mentalidad de éxito de su mamá. “Que yo no soy un éxito”, agregó, “es un hecho para ella”.
Sin embargo, después de conocer al novio de Kim y su familia en Corea del Sur, sus padres prometieron visitarla en México.