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Cómo se prepara Joe Biden para el discurso del Estado de la Unión

A menudo, el mandatario enmarca su lucha con el tartamudeo como algo del pasado, pero también sugiere que sus primeros años —en los que fue intimidado por compañeros de clase y un maestro, hasta que su madre intervino— fueron formativos para su resiliencia y empatía, aspectos que conforman la marca política que lo llevó a la presidencia a los 77 años.

“Aprendí mucho al tener que lidiar con el tartamudeo”, dijo Biden en un discurso de 2016 en una gala del Instituto Estadounidense para la Tartamudez. “Me dio una idea del dolor de otras personas”.

En la campaña electoral de 2020, Biden conoció a un niño llamado Brayden Harrington. Cuando le dijeron que el niño tartamudeaba, de inmediato lo invitó a conversar. Biden le recomendó que leyera un libro de uno de sus poetas irlandeses favoritos, William Butler Yeats, para ayudarlo a visualizar el habla como un poema. También le mostró los apuntes que usó para el discurso de ese día.

“Después de cada par de líneas o palabras, dibujaba una línea hacia abajo, un espacio en blanco entre las palabras, y eso le indicaba que tomara un respiro”, dijo Brayden, de 15 años, en una entrevista. Y agregó que cuando se conocieron por primera vez, Biden lo miró “directamente a los ojos y le dijo: ‘Ay, hombre, tus imperfecciones son tus dones’”.

Como presidente, Biden suele referirse a su tartamudeo como parte de un pasado doloroso al que no volverá. “No te puede definir. No te definirá. Punto”, dijo, en un evento de campaña en noviembre en California, después de ver a una persona en la audiencia sosteniendo un cartel que decía: “Gracias por tartamudear”.

Como la mayoría de las tradiciones de la Casa Blanca, el discurso del Estado de la Unión adopta la personalidad del hombre que da el discurso. Así que los preparativos son importantes.

La mayoría de los presidentes modernos toman notas en sus discursos significativos. El presidente Ronald Reagan hizo anotaciones para dividir sus discursos en fragmentos de 30 segundos. George W. Bush, que no era conocido por ser un gran orador en público, practicaba con pequeñas tarjetas de notas y palabras subrayadas para dar énfasis. El presidente Barack Obama trabajaba con escritores —incluido uno al que había bautizado con el apodo de “Hemingway”— y luego reescribía todo el discurso con su puño y letra. El presidente Donald Trump afirma que escribió todos sus discursos (pero no lo hizo) y solía garabatear algunos cambios con un marcador.

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