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El rescate del Silicon Valley Bank acaba de cambiar el capitalismo

Los cuentahabientes rescatados con depósitos de siete dígitos, en su mayoría, eran empresas de capital de riesgo iniciadas en la ideología de la inversión. La primera lección del capitalismo es que implica riesgos. No puedes en tu sano juicio invertir sin antes evaluar las probabilidades de pérdida. Si las firmas de capital de riesgo se valieron del pensamiento de grupo en vez de la debida diligencia financiera, es su problema. En el caso de Signature, expuesto a la industria de las criptomonedas, el rescate posiblemente benefició a los apostadores que jugaban con activos especulativos.

Los funcionarios federales han aprovechado un tecnicismo para aseverar que esto no es un rescate: todos los pagos requeridos de rescate provendrán de una evaluación especial de bancos (privados), no del público. Los bancos prudentes, que cubrieron su exposición a las tasas de interés y pagaron un precio competitivo por hacerlo, enfrentarán gastos adicionales. Lo más probable es que los bancos transfieran los costos del rescate a los clientes en forma de comisiones más altas.

En sentido estricto, la garantía del presidente Joe Biden de que los contribuyentes no corren ningún riesgo fue verdadera. Sin embargo, si consideramos que los clientes bancarios son un grupo bastante grande, el “público” sí se verá afectado.

Además, el efecto perjudicial en la conducta será el mismo.

Es evidente que los reguladores no monitorearon el desequilibrio nocivo de activos y pasivos que manejaba SVB. Su trabajo será más difícil en el futuro, ya que, en esencia, la toma de riesgos con los depósitos ahora se ha vuelto parte de la vida social. ¿Qué tal si un banco opta por atraer más fondos al elevar las tasas de interés de sus depósitos? ¿Pueden permitir esto los reguladores? Un momento… esto lo hacen todos los bancos.

Una vez que eliminas el riesgo de una parte de las operaciones de un banco, es difícil dejar que los principios del mercado rijan el resto. Como mínimo, podemos esperar normas más estrictas en torno al capital bancario (como ya se ve en los bancos más grandes), mayor regulación y costos más elevados. Como predijo el boletín DealBook de este periódico: más préstamos se moverán de instituciones pertenecientes a la FDIC a la llamada banca en la sombra, como los fondos de inversión de alto riesgo, fuera de la vista de los reguladores.

En colapsos bancarios anteriores, los cuentahabientes no asegurados no perdieron nada, lo usual era de un 10 a un 15 por ciento. Y en esta ocasión, no había ningún activo sistemáticamente malo como las hipotecas en 2008. Como el riesgo se contuvo y la Reserva Federal otorga liquidez a los bancos que enfrentan pánicos (y proporcionó liquidez de emergencia la semana pasada), quizá habría sido más sano para el sistema a la larga permitir que los depositantes no asegurados de los bancos que colapsaron asumieran un recorte de liquidez.

Además, el rescate no hace nada para solucionar la condición que fomentó la inestabilidad financiera: la inflación. Tal vez incluso la exacerbe. Esto, sin duda, no es lo que Henry Steagall tenía en mente.

Roger Lowenstein es un periodista financiero y autor del libro Buffett y, su obra más reciente, Ways and Means:Lincoln and His Cabinet and the Financing of the Civil War.

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