Es inútil intentar encasillar a Martha Stewart. Ama de casa decorosamente entretenida, gurú del estilo de vida, personalidad de la televisión, editora, empresaria astuta convertida en delincuente de guante blanco, la improbable mejor amiga de Snoop Dogg… son etiquetas que hila, o deja caer cuando le conviene, tan hábilmente como un malabarista.
Resistiendo a los intentos de encasillarla o difamarla, Stewart ha sobrevivido, incluso prosperado, “no como una supermujer”, como dijo una vez Joan Didion, “sino como una mujer común”.
Pero ahora, a sus 81 años, parece decidida a librarse también de esa etiqueta, cambiando su personaje de “diosa doméstica” por algo más osado: la Martha atrevida, un bombón que, al parecer, se despojará de sus inhibiciones con la misma facilidad con la que pela una mazorca de maíz.
En los últimos meses, Stewart ha provocado juguetonamente a sus cuatro millones de seguidores de Instagram con seductoras fotos suyas ligera de ropa. Promocionó su sociedad con Green Mountain Coffee llevando un delantal, estilo halter, sobre lo que parecía nada. Cautivó a sus fans, haciendo cara de diva sexy al borde de su piscina. Y siguió esas travesuras con un pícaro recuerdo: su portada para la revista Spy en 1996, una sirena sobre una concha marina, con las rodillas pegadas al pecho para cubrir su desnudez.
Y ahora, en lo que algunos consideran su máximo golpe de intrepidez, Stewart apareció en una de las cuatro portadas del famoso número de trajes de baño de Sports Illustrated, que salió a la venta el lunes 15 de mayo.
No es la primera mujer de más de 60 años que aparece en la portada. A sus 74 años, Maye Musk ostenta esa distinción. Pero Stewart puede ser la participante más cándidamente alegre en lo que parece un intento de Sports Illustrated de crear controversia y mantener su relevancia.
Su experiencia fue una novedad y, al mismo tiempo, una prueba de valor, dijo Stewart, con voz ronca y cálida por teléfono. En la entrevista editada a continuación, habló de coquetear, de Madonna, de cómo adquirió su confianza sexual y de muchas cosas más.
¿Qué te dio el impulso para posar?
En realidad fue un reto bastante grande. Tuve que asegurarme de que estaba preparada para posar en traje de baño. Hacía falta un poco de vanidad, pero también un poco de confianza. Pensé: “Si me siento lo suficientemente bien física y mentalmente para hacer algo así, estoy dispuesta”.
¿Te llevó mucho trabajo prepararte?
Sigo sana, tengo el pelo bonito y la piel bien. En cuanto a los filtros, olvídalo. Acudo a mis citas faciales con Mario Badescu. Lo hago religiosamente una vez al mes desde hace cuarenta y tantos años.
¿Y tu cuerpo?
Tuve dos meses, básicamente, para asegurarme de que me sentía lo suficientemente bien con mi aspecto. Si hubiera pensado que mi cintura era demasiado grande, o que estaba demasiado flácida, no lo habría hecho. Pero después de hacer pilates tres veces por semana, creí que podía. Además, fui a la cabina de bronceado y me puse un bronceado muy ligero, algo que nunca había hecho.
¿Hubo desafíos físicos durante el rodaje?
Tuve que ponerme nueve trajes de baño diferentes. Toda esa gente me atosigaba y hablaba de “las chicas”. Nunca en mi vida he llamado a mis pechos “las chicas”. Odio esas cosas. Todo el tiempo, estas personas me insistían: “Saca esto, mete aquello”. Tuve que aguantar eso durante ocho horas. Aun así, tomamos las fotos en República Dominicana y la pasé muy bien.
¿Cómo se consigue la confianza sexual necesaria para hacer algo así?
No tiene tanto que ver con el sexo descarado como con una seguridad en mí misma que empezó cuando era niña. Así que, cuando llegó la oferta, pensé: “Puedo hacerlo. No tengo que ceder a las convenciones”. Si no, ¿cómo habría podido convencerme, a mis 81 años, de que me sentía bien poniéndome un traje de baño?
Hay gente a la que nada le parece tan sexy como tu competencia en el trabajo. ¿Qué te parece?
Acabo de volver de trabajar cuatro horas y media en Breads Bakery de Union Square. Tuve que hornear un jalá en forma de corona, algo que nunca había hecho antes. Cuando terminé, ese pan se veía mejor que la versión del panadero. Pero soy profesora y una especie de artista.
¿Una artista que hace que amasar la masa parezca sexy?
Me enorgullezco de poder mostrarte tanto física como verbalmente cómo hacer las cosas.
¿Coqueteas?
Claro que sí. No soy tímida. Algunos hombres me resultan muy atractivos. Si estoy en un evento social, me aseguro de hablar con esos hombres tan atractivos.
Hace un año bromeaste con Chelsea Handler al decir que, aunque no eres una quitamaridos, estás esperando a que se mueran tus amigas para abalanzarte sobre sus parejas. ¿Sigues pensando eso?
No me retracto. Pero, bueno… los maridos tienden a irse primero. Y, en realidad, prefiero hombres más jóvenes.
¿Estás posando en traje de baño para contrarrestar una imagen que una vez pareció almidonada, incluso francamente intimidante? ¿Estás cambiando de imagen?
No, esto forma parte de mi continua autocreación, yo lo llamo educación. Uno de mis lemas durante muchos años ha sido: cuando dejas de cambiar, has terminado.
Pareces compartir esa convicción con Madonna. Sin embargo, cuando Madonna, de 64 años, apareció en los Grammy en febrero con la cara llena de señales de un procedimiento cosmético, recibió muchas críticas. Hasta ahora, tú no.
Nunca me compararía con alguien como Madonna. Tiene un talento sin igual. Pero como artista tiene que seguir reinventándose. Y es mucho más difícil para ella modificarse sin alterar su rostro. Yo no quiero hacer eso.
Pero hay otra gran diferencia entre Madonna y yo: ella lleva sostenes puntiagudos y ropa rara. Yo te enseño a amasar.