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Oso cocainómano, te presento al mapache canábico y al zorrillo McFlurry

En septiembre de 1985, las autoridades descubrieron el cadáver de Andrew Thornton, un traficante de drogas, en un patio trasero de Tennessee. Tenía una bolsa llena de cocaína, un paracaídas defectuoso y la llave de una avioneta que apareció a casi 97 km de distancia, en el lugar donde se había estrellado.

Los investigadores pasaron meses buscando el resto del botín de Thornton, el cual sospechaban que había dejado caer a lo largo de su ruta aérea. Pero en las montañas del norte de Georgia, un oso negro lo encontró antes.

“El oso llegó antes que nosotros, abrió la bolsa, consumió un poco de cocaína y tuvo una sobredosis”, declaró un funcionario a The Associated Press en diciembre de 1985.

La historia, extraña pero real, que inspiró la nueva película Cocaine Bear, es el resultado de una inusual confluencia de acontecimientos, y los profesionales de la fauna salvaje de todo el país dijeron que nunca habían visto ningún otro caso igual. (Sin embargo, después de que las autoridades encontraron este mes miles de kilos de cocaína en el océano Pacífico, internet empezó a imaginar una secuela: El tiburón cocainómano).

Pero los expertos afirman que los animales salvajes consumen casi de todo: han robado exquisitos pasteles de chocolate de las casas, se chupan el jarabe de los comederos de colibríes e incluso han robado otras sustancias tóxicas, como marihuana y cerveza.

Algunas de las historias son divertidas e incluso cercanas. “Recibí una llamada de que había un zorrillo detrás de un hotel, corriendo por el estacionamiento con un vaso de McFlurry en la cabeza”, relató Jeff Hull, funcionario de conservación medioambiental del Departamento de Conservación Medioambiental de Nueva York. Pero el gusto de los animales por los bienes humanos —lícitos e ilícitos— también puede ocasionarles problemas a ellos y a nosotros.

Los osos tienen fama de consumir las provisiones de los humanos, sobre todo cuando se acerca el invierno y necesitan engordar. “Básicamente, son una máquina de comer”, afirmó Dave Wattles, biólogo especializado en osos negros y osos pardos de la División de Pesca y Vida Silvestre de Massachusetts. “Buscan constantemente alimentos fáciles y ricos en calorías”.

Los osos, que tienen un agudo sentido del olfato, han aprendido que los humanos son una fuente fiable de esos alimentos. Por eso vuelcan los botes de basura y se zambullen en los contenedores. Asaltan comederos de pájaros y colmenas, roban pienso y comida para mascotas y saquean los gallineros y los colectores de grasa de las parrillas.

A veces, incluso entran en las casas. En las montañas de Berkshire, un oso ladrón solía buscar golosinas congeladas con regularidad.

“Ese oso entró en varias viviendas y pasaba de largo la comida, yendo directamente al congelador para comer helado”, señaló Andrew Madden, supervisor del distrito occidental de la División de Pesca y Vida Silvestre de Massachusetts. “Siempre parecía ser de vainilla, pero eso tal vez sea resultado de la disponibilidad”.

En su búsqueda de alimentos ricos en calorías, los osos a veces consiguen otras sustancias. En octubre de 2020, un hombre de Cotopaxi, Colorado, denunció que un oso asaltó un congelador que estaba en el exterior y se llevó comestibles de marihuana, según Joseph Livingston, funcionario de información pública de Parques y Vida Silvestre de Colorado. (El animal, tal vez por previsión, también se llevó unas papas fritas).

Otro residente de Colorado informó que un oso había huido con una hielera de cerveza, y en ese estado se han conseguido osos mordiendo latas de cerveza, señaló Livingston. “Una vez que se dan cuenta de que las cosas que rodean a los humanos pueden ser comida, son muy curiosos y prueban muchas cosas”, aseguró.

Sea cual sea el efecto, las drogas recreativas pueden enfermar a los animales salvajes. En enero de 2018, el Gibsons Wildlife Rehabilitation Center, en Gibsons, Columbia Británica, acogió a un mapache aturdido que habían conseguido en un patio local. Las pruebas de laboratorio sugirieron que el animal había ingerido recientemente marihuana y benzodiazepinas, depresores que suelen recetarse para la ansiedad.

El centro mantuvo al animal caliente y tranquilo y, en el transcurso de unas horas, volvió en sí. “De repente estaba vivo” y quería irse a casa, relató Irene Davy, cofundadora del centro. “Así que lo liberamos”.

Davy no está segura de cómo fue que el mapache tuvo acceso a esas sustancias, pero supone que podría haber ingerido comestibles o la colilla de un porro, y quizá encontró las benzodiacepinas en la basura. (Los veterinarios también han advertido que, en los lugares donde se ha legalizado la droga, se están viendo más casos de perros que han ingerido comestibles y marihuana desechada).

Los mapaches “buscan basura comestible de manera implacable”, comentó Curt Allen, biólogo experto en fauna salvaje del Departamento de Conservación de la Fauna Salvaje de Oklahoma.

Las drogas también pueden llegar al suministro de agua. En un artículo de 2021, los investigadores informaron que habían detectado numerosas drogas ilícitas, como cocaína, MDMA y ketamina, en un lago húngaro después de que se celebró un festival de música en sus orillas. En 2019, los científicos hallaron restos de cocaína en camarones de agua dulce que fueron recolectados en ríos del Reino Unido.

Se desconocen las consecuencias para la vida silvestre, pero las investigaciones sugieren que el agua contaminada con drogas ilegales o medicamentos de prescripción puede afectar a la salud y el comportamiento de peces y crustáceos. Según un estudio, las anguilas expuestas a agua con niveles bajos de cocaína se volvieron hiperactivas y mostraron síntomas de daño muscular.

Los humanos no siempre son la fuente de los intoxicantes. Think Wild Central Oregon, que gestiona una línea de ayuda y un hospital para animales salvajes, trata de manera regular a aves ampelis de cedro que se han intoxicado tras comer bayas fermentadas.

“Se ven bastante tambaleantes”, explicó Molly Honea, coordinadora de desarrollo y comunicaciones de la organización. “Debido a esa desorientación y descoordinación, acaban golpeándose contra las ventanas”.

El hospital trata las heridas de las aves y les proporciona cuidados por su estado de embriaguez. “Las metemos en cámara de oxígeno y las rehidratamos”, explicó Honea.

También se han divulgado noticias sobre otros animales —osos, alces, y tal vez los más conocidos, elefantes— que se “emborrachan” tras comer fruta fermentada. Esos informes anecdóticos no siempre son confiables y algunos expertos sostienen que las bestias grandes tendrían que consumir una cantidad impensable de fruta para intoxicarse.

Pero un análisis genético publicado en 2020 sugirió que la capacidad de metabolizar alcohol variaba ampliamente entre especies. “En general, como especie, nosotros somos buenísimos para eso”, dijo Amanda Melin, antropóloga biológica y ecóloga de la Universidad de Calgary y una de las autoras del estudio. “Así que algo que nosotros toleramos muy bien podría ser suficiente para embriagar seriamente a otra especie”.

Incluso la comida habitual de los humanos puede ser un peligro para los animales salvajes, sobre todo si la ingieren en grandes cantidades. (“Los osos no tienen autocontrol”, dijo Allen). Algunos alimentos incluso pueden ser tóxicos.

El pasado mes de septiembre, las autoridades encontraron dos buitres negros muertos en el condado neoyorquino de Dutchess. “La causa de muerte fue una intoxicación por teobromina/cafeína provocada por un material que parecía y olía a chocolate”, explicó en un correo electrónico Kevin Hynes, jefe del programa de salud de la fauna salvaje de la División de Pesca y Fauna Salvaje del estado.

Los animales que comen basura suelen ingerir otros tipos de desperdicios. Las autoridades de Colorado tuvieron que practicarle la eutanasia a un oso gravemente enfermo que encontraron en un contenedor de basura; la necropsia reveló que su estómago estaba “lleno de plástico y colillas de cigarrillos y cosas muy desagradables”, explicó Livingston.

En ocasiones, los animales salvajes que intentan consumir un poco de alimentos humanos terminan atrapados en la basura, indicó Beth Axelrod, presidenta de Wildlife Rescue League, un grupo sin fines de lucro con sede en Virginia. Billy Rios, un rescatista de vida silvestre que trabaja con la organización, en una ocasión liberó a un mapache cuya cabeza se atoró en un bote de mantequilla de cacahuate, y hace poco rescató a otro que requirió cirugía luego de que una de sus patas quedó atrapada en una lata de refresco.

Y los animales que aprenden que los humanos son una fuente de alimento pueden ponerse más atrevidos y dejar los patios para entrar en los hogares. “Si esos comportamientos escalan, desafortunadamente pueden poner al oso, que en realidad no tiene la culpa, en una situación en la que se convierte en una amenaza que debe ser controlada”, dijo Wattles. (Los animales que se pasean por áreas urbanizadas también corren el riesgo de ser atropellados por los autos, agregó).

Como es improbable que la biología de la fauna cambie, corresponde a los humanos reducir los riesgos, y los expertos recomiendan que la gente se deshaga de la basura de manera adecuada y almacene el alpiste, la comida para mascotas, la basura y otras cosas que pueden atraer animales en espacios interiores seguros. La gente también debería abstenerse de alimentar deliberadamente a los animales salvajes y, claro, no arrojar cocaína desde los aviones.

Emily Anthes es reportera de The New York Times; se enfoca en ciencia y salud y cubre temas como la pandemia de coronavirus, las vacunas, las pruebas para el virus y la covid en niños.

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