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Dos besos inmencionables – The New York Times

Llamé al 144, el equivalente austriaco del 911, y con eficiencia militar brindé información sobre su estado y nuestra ubicación.

Un minuto después, el cuerpo de Kevin se relajó, el arco de su espalda cedió y emitió un horrible traqueteo. Luego, volvió a respirar, ahogando el aire en sus pulmones. Parecía estar extrañamente… ¿bien? Tomé la bolsa de urgencias, le puse los pantalones y esperé a los paramédicos.

Esto fue hace un año, durante otra ola de covid. Yo estaba triplemente vacunada y me había recuperado de coronavirus en los 30 días previos y contaba con un certificado que lo demostraba, y tenía una prueba PCR negativa de hacía 24 horas, y estaba legalmente casada con el hombre de la camilla, pero aun así no me dejaron subir a la ambulancia. Así que la vi alejarse.

Pedí un taxi y llamé a una amiga mientras esperaba. No lloré. Cuando el taxi me llevó, salí del auto y me di cuenta de que estaba en la calle, con frío, en camisón y sin ropa interior.

La terrible realidad del mundo es que en cualquier historia de amor hay dos opciones: un rompimiento o la muerte de alguien. La muerte es el escenario celebrado, exultado en los votos tradicionales. Kevin y yo escribimos unos nuevos para nosotros, así que nunca acepté lo de “hasta que la muerte nos separe”. Y, sin embargo, aquí estaba de todos modos.

En una ocasión, al principio de nuestra relación, Kevin me visitó en Nueva York. Se despertó una mañana con la luz de la ventana de mi habitación brillante en sus ojos, que se arrugaron, y extendió sus manos temblorosas para agarrarme la cara. Parecía un ancianito, y en ese momento pude ver cómo se desarrollaba toda nuestra historia. El célebre escenario y todo eso. Entonces tal vez fue entonces cuando accedí a esto.

Kevin sobrevivió esa noche. Para su cuarta ronda de quimio, lo ingresaron en el hospital. Para entonces, la quimio estaba afectando su funcionamiento cognitivo. Le envié una lista con todas las cosas que debía llevar. Kevin olvidó leerla. Esa tarde, me mandó un mensaje: “¿Podrías traerme un cargador de celular?”.

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